3000 millones para Correos, cero para la ELA

Amigos, si pensaban que ya lo habían visto todo… esperen a esto: hemos vuelto a rescatar Correos, la empresa pública que más agujeros acumula en la historia reciente de España.
Sí, otros 3.000 millones de euros más que salen de nuestros impuestos. Y todo para tapar la pésima gestión de Juan Manuel Serrano, el amigo de Pedro Sánchez que hundió la empresa y que ahora, en premio, ha sido colocado como jefe de autopistas. No es broma.
En cualquier país normal, cuando alguien arruina una empresa pública se le exige responsabilidad. Aquí, si es “de los tuyos”, le ascienden. Y si encima contratas a Leire Díez, una periodista conocida por trabajar para las cloacas mediáticas… mejor.
¿Y mientras tanto? Los enfermos de ELA siguen abandonados.
Con apenas 70 millones —una décima parte del rescate a Correos— podríamos haber mejorado radicalmente la vida de quienes sufren esta enfermedad cruel y silenciosa. Pero no. Las iniciativas institucionales en apoyo a los enfermos de ELA han sido rechazadas por la izquierda y por Junts, incluso cuando eran propuestas totalmente asépticas, sin carga política.
Me lo contó Gonzalo de Oro Pulido, líder de Vox en Barcelona: intentaron presentar una declaración institucional que ni siquiera pedía dinero. Solo visibilidad. Solo un gesto. Ni eso aceptaron. ¿La razón? Porque venía del partido “no autorizado”.
Vivimos en una democracia secuestrada por el sectarismo. Se niegan incluso a condenar el intento de asesinato de Alejo Vidal-Quadras, exconcejal de Barcelona, porque también “es de los otros”. ¿Qué clase de monstruo moral rechaza una simple declaración de apoyo institucional por razones ideológicas?
Les diré qué clase: el que ya no ve personas, solo trincheras.
Esto no va de partidos. Va de dignidad. Va de saber dónde deben estar nuestras prioridades como sociedad. Entre los 3.000 millones para mantener en pie un chiringuito hundido… y unos cuantos millones para dar asistencia a quienes se apagan cada día sin voz, sin ayuda y sin esperanza… ¿cuál habría sido la decisión decente?
La respuesta, por desgracia, ya la conocen.