El abandono del campo y la estrategia política detrás de los incendios

Amigos, hoy quiero dar voz a alguien que vive en la España vaciada, en un pueblo de apenas 40 habitantes en Guadalajara: María Ángeles Rosado, agricultora y exdiputada de Ciudadanos.

Su testimonio refleja la realidad de miles de familias del mundo rural. No tenemos colegios, pediatras, servicios básicos ni oportunidades para nuestros hijos, nos decía. Y lo más grave: cuando los agricultores intentan cuidar del territorio, limpiar montes y proteger los bosques, las normativas medioambientalistas se lo prohíben.

El resultado es que, cuando llegan los incendios, se culpa al cambio climático en lugar de reconocer el abandono institucional. Lo vivimos cada verano.

María Ángeles lo explicó con claridad: “Los agricultores y ganaderos garantizamos la libertad de la gente porque generamos alimentos. Mientras produzcamos en nuestro territorio, damos independencia a las ciudades. Si desaparecemos, España perderá su soberanía alimentaria y la población se convertirá en esclava de lo que otros decidan darles de comer.”

Yo mismo compartí con los confidenciales un dato que nos envió un oyente: en 2017 una montaña ardió, y al año siguiente, en el mismo lugar, ya se habían instalado molinos eólicos. Sabemos que no se recalifica el suelo tras un incendio, pero es evidente que el terreno quemado facilita proyectos que antes encontraban la oposición vecinal.

José Luis Rancaño fue aún más directo: “Estos burócratas europeos han convertido a agricultores y ganaderos en enemigos a batir. Quieren echarnos del campo para sustituirlo por placas solares, molinos y carne sintética. No es una casualidad: es una estrategia planificada.”

María Ángeles lo sabe bien. Nos recordó casos sangrantes, como el de un pastor de Cádiz encarcelado en 2005 porque sus ovejas comieron algarrobos protegidos. O las multas millonarias a ganaderos por prácticas tradicionales de pastoreo, que durante siglos han mantenido nuestros montes limpios y fértiles.

Queridos, estamos ante una política que convierte en ilegales las actividades más tradicionales de España. El campo se abandona, los pueblos se vacían y los agricultores se criminalizan, mientras el dinero público se destina a subvencionar energías mal gestionadas.

Lo digo alto y claro: nuestros agricultores y ganaderos son más eficaces que cualquier brigada forestal. Defenderlos no es solo justicia, es la garantía de que España mantenga su libertad y su soberanía.