“El gobierno manipula los índices de criminalidad igual que manipula los datos del paro”
Cuando uno escucha a empresarios y analistas hablar de la realidad en América Latina, se da cuenta de que hay un patrón común con lo que ocurre en España: la manipulación estadística. Hoy lo hemos comprobado con dos voces autorizadas: Sayde Chaling Chong, presidenta de la Alianza contra el Comunismo, y Ricardo Morado, empresario y vicepresidente del movimiento Giro 180.
Ambos coinciden en algo que también vemos aquí: los gobiernos manipulan los datos para mantener el relato. Lo hacen con la delincuencia, con el paro, con la inflación o con las ayudas sociales. Cambian la forma de medir, ocultan cifras y venden titulares triunfalistas mientras el ciudadano de a pie vive una realidad muy distinta.
La verdad, esa palabra que tanto molesta al poder, se esconde entre porcentajes maquillados y sonrisas en los informativos.
En su intervención, Ricardo Morado fue claro:
“El gobierno manipula los índices de criminalidad igual que manipula los datos del paro.”
Denunció que en numerosos países latinoamericanos —y también en España— los ministerios del Interior redefinen los delitos o modifican los criterios de conteo para que las cifras parezcan mejorar. “Si reduces el número de denuncias válidas o reetiquetas ciertos delitos, mágicamente baja la criminalidad”, explicó.
Morado alertó además sobre una tendencia preocupante: el uso de la estadística como arma ideológica, donde los números se convierten en propaganda y no en información pública.
Por su parte, Sayde Chaling Chong, presidenta de la Alianza contra el Comunismo, apuntó a un fenómeno distinto pero conectado:
“Hay movimientos supremacistas negros como el Black Lives Matter que están influyendo políticamente en Occidente.”
Según Chaling, estos grupos operan bajo la bandera del antirracismo pero han adoptado dinámicas de enfrentamiento y división social que benefician a las corrientes políticas de izquierda radical. Denuncia que detrás de esos movimientos hay financiación internacional y objetivos políticos, no solo reivindicación social.
El denominador común es el mismo: manipulación, propaganda y división.
Ya sea con cifras de delincuencia, con estadísticas de paro o con movimientos callejeros, los gobiernos —a un lado y otro del Atlántico— usan la desinformación como herramienta de control.
Y mientras tanto, la ciudadanía, entre engaños, vive cada día un poco menos libre.
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