China ya está dentro de nuestras universidades
Recibo un mensaje de una madre mientras estamos en directo. Su hija cursa un máster de Inteligencia Artificial en una universidad pública española. La semana pasada, el profesor anunció que asistirían a una actividad “formativa” organizada por una empresa tecnológica. Lo que no dijo es el nombre de la empresa: Huawei.
No era un experto independiente.
No era una charla académica sobre ética en la inteligencia artificial.
Era una presentación corporativa de la marca más asociada al Partido Comunista Chino.
Lo más inquietante no es la conferencia en sí, sino la normalidad con la que se acepta que una universidad pública, financiada por impuestos españoles, abra sus puertas a una potencia extranjera para formar a nuestros futuros ingenieros. La madre que nos escribió lo expresó con una lucidez que muchos responsables políticos no tienen: “Mi hija cree que va a aprender tecnología, y lo que está recibiendo es influencia.”
Mientras Europa debate cómo limitar la penetración tecnológica de China, y Estados Unidos veta sistemáticamente su presencia en infraestructuras críticas, España entrega su bien más valioso —su talento joven— sin siquiera analizar las implicaciones. La universidad debería enseñar pensamiento crítico, pero en este caso entrega audiencia cautiva a una compañía cuyo objetivo no es la formación académica, sino la captación de influencia.
Huawei no regala nada.
Huawei no “colabora”.
Huawei invierte en presencia estratégica en el ecosistema educativo.
Primero se integran en actividades “inocentes”: charlas, seminarios, encuentros.
Después llegan los convenios, las becas, los laboratorios patrocinados.
Finalmente, la universidad acaba formando talento alineado con los intereses de quien financia.
La madre que nos envió el mensaje añadió algo que revela el verdadero problema: “Aproveché para darle a mi hija otra charla: esta sobre cómo China está metida en España.” Esa frase —dicha por una madre, no por un político— resume el vacío de liderazgo de nuestras instituciones. Si los padres tienen que enseñar geopolítica, es porque el Estado ha renunciado a hacerlo.
China no conquista países.
China conquista ecosistemas.
Y ningún ecosistema es más estratégico que la universidad, donde se define quién tendrá acceso al conocimiento, al poder tecnológico y a los datos del futuro. Mientras nuestros ministros graban TikToks en sus despachos, China hace estrategia de Estado.
El peligro no es Huawei.
El peligro es nuestra ingenuidad nacional ante una potencia que no actúa por amistad, sino por influencia.
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