Sánchez llama “chiringuitos” a las universidades privadas, pero matricula a su hija en una de 13.000 euros al año
Hay momentos en los que el discurso político deja de ser una estrategia y pasa a ser algo peor: una tomadura de pelo al ciudadano.
Hace unos días, Pedro Sánchez descalificó públicamente a las universidades privadas llamándolas “chiringuitos educativos”. Lo dijo con ese tono moralista tan característico, como quien señala a unos pocos privilegiados que se aprovechan de la educación mientras él defiende lo público desde una supuesta superioridad ética.
La noticia de hoy desmonta ese discurso:
Sánchez ha matriculado a su hija en una universidad privada, en Pozuelo, con un coste aproximado de 13.000 euros al año.
Ni pública.
Ni austera.
Ni accesible.
Privada, elitista y cara.
Mientras critica los “chiringuitos educativos”, lleva a su hija precisamente a ese “chiringuito” que él mismo desprecia para los demás. El mensaje es inseparable: lo privado es malo para tus hijos, pero buenísimo para los suyos.
La hipocresía es tan evidente que ni siquiera necesita análisis político. Basta con mirar los hechos:
- Sánchez desprecia la educación privada en discursos oficiales.
- Sánchez elige educación privada para su familia.
En mi programa lo dijimos con claridad: no se puede gobernar desde la mentira permanente. La política se ha convertido en un ejercicio de relato, no de coherencia. Se exige sacrificio a los demás mientras se disfruta de privilegios personales.
Cuando hablamos con José Luis Rancaño en directo, lo expresó de manera impecable:
“No es lo que dicen. Es lo que hacen.”
En España hay miles de padres que no pueden elegir. Están atrapados en un sistema que no ofrece calidad, ni seguridad, ni futuro. Eso sí: tienen que escuchar lecciones constantes de moralidad por parte de quienes sí pueden elegir.
No se trata de dónde estudia su hija. Eso es privado y legítimo.
Se trata de que él desprecia públicamente lo que usa en privado.
Y eso tiene un nombre: diferencia de castas.
Una para ellos.
Otra para ti.
Cuando un gobernante actúa así, demuestra que no cree en lo que predica. Si Sánchez creyera de verdad en la escuela pública, no habría cruzado la puerta de esa universidad privada de élite. Y si creyera en la igualdad de oportunidades, no diría “chiringuito” de aquello que sí considera adecuado para su familia.
Los hechos importan más que los discursos.
Y los hechos dicen esto:
Sánchez defiende la educación pública solo cuando se trata de tus hijos.
Para los suyos, lo mejor del mercado.
No es ideología.
Es privilegio.
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