“El islamismo crece en todo el mundo apoyado por la izquierda”
Hoy, en el programa, el analista político Carlos Marcos expuso algo que incomoda y que casi nadie se atreve a decir en voz alta:
el islamismo político está creciendo en todo el mundo, y lo está haciendo con el apoyo de la izquierda occidental.
Lo sorprendente no es solo el avance del islamismo como fuerza política; lo sorprendente es quién lo impulsa.
Marcos puso un ejemplo reciente y demoledor: una de las ciudades más influyentes del planeta, Nueva York, ha elegido como alcalde a un candidato que se declara abiertamente musulmán, socialista y orgulloso de serlo, sin matices. Durante su campaña no ocultó su ideología ni su intención de vincular su acción política a su religión. Y lo más llamativo: fue la izquierda la que lo elevó, la que lo protege y la que lo blanquea.
La pregunta no es por qué él lo hace.
La pregunta es por qué la izquierda necesita apoyarlo.
Marcos lo explicó con una claridad que corta: el islamismo político y la izquierda comparten algo esencial, aunque sus valores culturales sean opuestos: la necesidad de dividir a la sociedad en grupos enfrentados. La izquierda ya no habla de trabajadores y burgueses; ahora habla de colectivos enfrentados entre sí: mujeres contra hombres, inmigrantes contra nativos, minorías contra mayorías.
El islamismo político, por su parte, ve una oportunidad: usar esa división para entrar, asentarse y avanzar. Donde la izquierda abre puertas en nombre de la tolerancia, el islamismo se instala para cambiar el sistema desde dentro.
Y funciona.
Londres lo vivió con su alcalde, y ahora Nueva York. Y los mismos discursos se están importando a España.
Pero el dato más escalofriante fue otro.
Marcos preguntó, con razón:
¿Cómo pueden colectivos feministas y LGTB apoyar ideologías que, si se implantaran, restringirían sus libertades o directamente las eliminarían?
La paradoja es brutal:
mujeres defendiendo estructuras que obligan al velo.
Colectivos LGTB apoyando movimientos donde esa orientación se castiga con cárcel —o algo peor—.
La respuesta de Marcos no dejó margen a la ingenuidad:
La izquierda necesita masas dependientes y agradecidas, aunque esas masas promuevan valores contrarios a los que dicen defender.
No es multiculturalidad.
No es integración.
Es estrategia electoral.
El islamismo político tampoco oculta su intención: donde entra, impone su modelo. Lo hemos visto en ciudades occidentales donde se han normalizado discursos que antes eran impensables: la religión como marco político, la moral religiosa por encima de la ley civil, la restricción de libertades individuales en nombre del respeto cultural.
El análisis que hoy escuchamos se resume así:
- La izquierda utiliza al islamismo para ganar poder.
- El islamismo utiliza a la izquierda para entrar en instituciones.
- Cuando el islamismo se afianza, la izquierda desaparece, absorbida por la estructura que ayudó a crecer.
Lo describió Marcos en una frase que se quedó flotando en el estudio:
“Nos están colonizando.”
Y no se refería a inmigración.
Se refería a ideología.
Una colonización cultural y política que se esconde bajo palabras como “tolerancia”, “inclusión” o “diversidad”.
Mientras tanto, en los países donde el islamismo domina —Irán, Afganistán, partes de África y Oriente Medio— la realidad es otra:
limitación de derechos, imposición religiosa, ausencia de libertades.
Aquí, se le aplaude.
Allí, se huye de él.
En algún momento tendremos que hacernos esta pregunta:
¿Queremos seguir confundiendo libertad con ingenuidad?
Porque cuando una sociedad entrega sus instituciones a una ideología que no cree en la libertad, la libertad no vuelve.
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