Asturias: apareció una caja con 580 votos… y nadie dijo nada

Lo que ocurrió en Asturias durante las autonómicas de 2023 debería haber sido suficiente para paralizar todo el proceso electoral. Lo vimos con nuestros ojos. Lo contamos en directo. Y seguimos esperando una reacción que no llega.
Una caja. Una simple caja de Correos. 580 votos dentro. Apareció en mitad del escrutinio general. Con cámaras grabando. Con periodistas en la sala. Con magistrados que en vez de abrir una investigación, lo primero que hicieron fue echar a la prensa. ¿Qué clase de democracia permite algo así?
Gabriel Araujo, perito informático con el que colaboramos desde hace años, lo documentó con precisión quirúrgica. El vídeo se publicó. El informe está redactado. Las pruebas están ahí. El acta de escrutinio general de Asturias se firmó a las 12:30 del 1 de junio. Pero el acta del voto CERA, el voto desde el extranjero, se cerró a las 21:30 de ese mismo día.
¿Entienden lo que significa eso? Que el recuento se cerró antes de contar todos los votos. Que los resultados oficiales se firmaron con datos incompletos. Que alguien dio por válida una victoria sin haber contado aún lo que faltaba por contar.
Y lo más grave: ese voto desde el exterior fue el que dio la vuelta al resultado. Adrián Barbón, el presidente socialista de Asturias, ganó por apenas 20.000 votos. El voto por correo, de nuevo, fue decisivo. ¿Casualidad?
No. No lo es. Porque el patrón se repite. Porque ya lo habíamos visto en Cantabria, en Vega de Pas, donde Leire Díez consiguió 130 votos por correo en un pueblo de 200 habitantes. Porque ya lo habíamos denunciado en Albaida del Jarafe, en Sevilla, donde la Guardia Civil documentó un “modus operandi generalizado” para alterar votos postales.
Y porque, curiosamente, Leire Díez estaba en Correos también durante las autonómicas asturianas. La misma mujer de confianza de Serrano. La misma fontanera del sanchismo. La misma que, según testigos, entraba en los asilos a sustituir solicitudes de voto por correo. La misma a la que ya nadie parece conocer.
¿Y qué ha hecho la Junta Electoral Central? Nada. Le devolvieron a Gabriel su informe sin abrir. Le dijeron que fuera a la Fiscalía. No quisieron ni leerlo. No se molestaron en comprobar nada. Como si no les importara.
Esto no es solo una irregularidad. Es una burla. Una tomadura de pelo. A los votantes, a la democracia, al país entero. Y lo peor de todo: nadie quiere que cambie. Ni el PSOE. Ni el PP. Ni siquiera los que pierden. Porque quizá mañana les toque a ellos aprovecharse del mismo sistema.
¿Dónde está la oposición? ¿Dónde están los medios que no quieren hablar de esto? ¿Dónde están los jueces con sentido de Estado?
Aquí no estamos hablando de una opinión. Estamos hablando de hechos. De vídeos. De actas. De pruebas periciales. De un sistema de recuento controlado por un software —infoelectoral, de Indra— que no permite verificar los datos a mano.
En cualquier país serio, todo esto habría bastado para repetir las elecciones. En España, seguimos como si nada. Pero no vamos a callarnos.
Porque cada voto amañado es una estafa. Y cada silencio cómplice es una traición.
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