Cuando prohibir depende de quién seas: Jumilla, Yolanda Díaz y la doble vara

En Jumilla, el ayuntamiento gobernado por PP y Vox ha decidido que no se podrán realizar grandes celebraciones religiosas en la vía pública, como el Ramadán o la fiesta del cordero. No es una prohibición de la religión musulmana, como intenta vender la izquierda, sino una regulación del uso de espacios públicos. Y, sin embargo, desde el Gobierno ya hablan de “discurso de odio” e investigan el caso.

Esta reacción es hipócrita, porque lo mismo que ahora critican en Jumilla lo hizo hace años Yolanda Díaz en Ferrol, prohibiendo que se usara el teatro Jofre para un acto de Semana Santa. ¿Saben la diferencia? Que allí afectaba al catolicismo, y entonces no hubo titulares ni escándalo.

Mi invitado, Carlos Marcos, lo resumía así: en España, si eres musulmán puedes sacrificar miles de corderos, ocupar espacios públicos o hacer tus celebraciones sin problemas. Si eres católico, se te pone toda clase de trabas. Y esto, en un país donde la mayoría profesa la fe católica y jamás ha roto la convivencia.

El cinismo de esta izquierda, que desprecia nuestras tradiciones para ensalzar las ajenas, es insultante. Y no es racismo decirlo: es una defensa elemental de la igualdad. Cuando hablamos de derechos, hay que defenderlos para todos, pero sin imponer prácticas que discriminan a la mujer o vulneran leyes básicas, como ocurre en ciertos ritos que se permiten en plena calle.

No es xenofobia querer reglas claras. Es sentido común. Y si un pueblo necesita trabajadores y vienen inmigrantes legales con contrato, bienvenidos sean. El problema es la inmigración ilegal sin control, la que rompe la convivencia y que, por buenismo, algunos se niegan siquiera a reconocer.

En Jumilla han abierto un debate que tarde o temprano habrá que afrontar en toda España: ¿qué límite ponemos? Porque si todo se justifica como tradición religiosa, acabaremos tolerando prácticas que en nuestra cultura son inaceptables.