Deberían darles el Premio Nobel de la Paz a los voluntarios de la Dana

Hoy, en el programa, viví dos momentos que me dejaron tocado.
Primero, Julio Bronchal, perito y psicólogo forense, colaborador del programa, habló de la Dana en Valencia. Estuvo allí, en primera línea, ayudando a personas atrapadas, a familias arrasadas por el agua y por la incompetencia. Y dijo algo que me hizo pensar:
“Deberían darles el premio Nobel de la Paz a los voluntarios.”
Y no lo dijo por decir. Es que fueron los únicos que se jugaron la vida, que se organizaron cuando el Estado aún no se había enterado de lo que pasaba. Gente sin medios, sin respaldo, pero con corazón.
Yo lo viví con él. Me mandaba vídeos, audios, imágenes. Y os lo aseguro: los bomberos no llegaban, la UME no llegaba, pero los voluntarios estaban allí. Haciendo el trabajo que deberían haber hecho otros.
Después conectamos con Azabache, una artista venezolana, que tuvo que huir de su país. Literalmente. Dejar su tierra, su vida, por decir la verdad. Hoy vive en España, pero no olvida. Y lo que dijo sobre nuestro país me dio escalofríos:
“Pedro Sánchez es un dictador. Tiene muchos recursos para quedarse en el poder. No os confiéis.”
Lo dijo con conocimiento. Ella vio cómo empezó el chavismo. Y me contó que los mismos patrones se repiten: control del relato, propaganda, manipulación electoral, represión blanda… y cuando ya es tarde, no hay marcha atrás.
Yo le pregunté si España le recordaba a Venezuela. No dudó:
“Sí. Exactamente así empezó todo allí.”
Y cuando alguien que ha vivido un infierno te dice que estamos jugando con fuego, más nos vale escuchar.
Hoy, entre Julio y Azabache, se me quedó una mezcla de orgullo y miedo. Orgullo por los que ayudan. Miedo por lo que viene.
Y como siempre os digo: la única vacuna es la verdad.
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