El pacto con el suegro de Sánchez: información a cambio de impunidad

Durante años, en este país se ha mirado hacia otro lado. Hoy lo vuelvo a contar porque no se ha desmentido, ni una coma. Y si nadie lo desmiente, es porque saben que es verdad.
Saviniano Gómez, suegro del presidente del Gobierno, fue confidente de la Policía. Y lo fue sin cobrar. Pero, a cambio, hubo un pacto tácito: se le permitió mantener abiertos sus negocios —saunas gays, prostíbulos— durante casi dos décadas, sin apenas intervención policial. ¿Por qué? Porque a cambio ofrecía información.
La vista gorda no era gratuita. La UCAO, Unidad Central de Apoyo Operativo de la Policía Nacional, dirigida entonces por Enrique García Castaño, le permitía operar libremente a cambio de usar sus locales como plataforma para obtener grabaciones, captar imágenes, interceptar conversaciones. Ahí se reclutaban confidentes. No lo digo yo: lo afirma el periodista Miguel Ángel Pérez, que ha investigado a fondo esta trama.
Y lo más grave: durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, las saunas de Sabiniano se utilizaron para captar confidentes de Batasuna. Lo han oído bien. Miembros importantes de la antigua Batasuna —hoy rebautizada bajo otras siglas, pero con los mismos portavoces y el mismo votante fiel— frecuentaban esas saunas madrileñas. Allí eran identificados, grabados, a veces coaccionados, y convertidos en colaboradores. ¿Es esto lícito? ¿Moral? ¿Legal?
El pacto era simple: “yo os dejo operar dentro de mis saunas y prostíbulos, y vosotros hacéis la vista gorda sobre lo que ahí sucede”. Incluida, según diversas fuentes, la presencia ocasional de menores o personas sin papeles. Todo esto se sabía. Todo esto estaba documentado. Pero nunca interesó investigarlo.
La historia de Saviniano Gómez no es solo la del suegro del presidente. Es un caso paradigmático de cómo funciona el poder cuando se entrelazan política, cuerpos de seguridad y negocios opacos. Hoy, todo esto está en el foco porque ya no se puede ocultar más.