Fraude electoral en Europa: cuando votar ya no sirve para nada

Europa va de demócrata, pero la trastienda electoral huele a moho. Esta semana, desde Castillón Confidencial se denunció una realidad incómoda: la democracia europea está podrida por dentro. Países como Rumanía han convertido las elecciones en un trámite decorativo, donde los resultados ya están pactados antes de que se abran las urnas.
¿Qué ha pasado? En Rumanía, las autoridades han bloqueado por la vía judicial la candidatura de Diana Șoșoacă, opositora crítica con Bruselas. Una maniobra burda, pero eficaz. Cuando el sistema teme perder, cambia las reglas. Y si hace falta, directamente anula la participación de quien no se alinea con el relato oficial.
¿Y quién protesta? Nadie. Porque es una eurodictadura: una estructura que financia y blinda gobiernos amigos, y persigue con leyes, prensa y jueces a cualquier disidente que amenace el chiringuito de Bruselas.
En palabras del programa: “¿Qué diferencia hay entre esto y las elecciones de Maduro?”. Muy pocas. Solo que aquí se hace con corbata, con sonrisas, y con mucha hipocresía institucional.
Y lo grave no es solo que lo hagan en Rumanía. Es que España va por el mismo camino. Más censura, más control del voto por correo, más dificultades para partidos críticos, más manipulación emocional.
Y mientras tanto, el Parlamento Europeo se convierte en una mascarada donde los que mandan no son los elegidos, sino los designados desde arriba.
¿Votar? Votar sirve. Pero cada vez menos. Porque si el resultado no conviene, lo maquillan, lo anulan o lo censuran.
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