“La Conferencia Episcopal ya parece una orden masónica”
Lo dijo sin temblarle la voz Ricardo Morado, empresario y vicepresidente de Giro 180, en una de esas tertulias donde el sentido común supera al guion político: “La Conferencia Episcopal ya parece una orden masónica.” Una frase provocadora que, lejos de ser exageración, describe el silencio incomprensible de una institución que debería estar defendiendo su propio patrimonio espiritual y cultural.
El contexto es claro: ataques políticos al Valle de los Caídos, amenazas veladas al patrimonio religioso y una ofensiva ideológica que ni siquiera respeta la historia artística del templo. Mientras tanto, quienes deberían alzar la voz prefieren esconderse. Morado lo denuncia sin rodeos: el Vaticano y parte de la jerarquía española miran hacia otro lado, cuando deberían estar interviniendo para frenar esta erosión planificada.
Lo que más indigna es que quienes impulsan la destrucción del Valle de los Caídos ni siquiera conocen lo que critican. No han leído un libro sobre su construcción, no se han acercado al monasterio, no han hablado con los monjes, ni han pisado el recinto. Atacan por impulsos ideológicos, no por conocimiento. Y, aun así, encuentran el camino despejado porque quienes tienen autoridad moral para frenar esta barbaridad no ejercen su responsabilidad.
Para Morado, el problema trasciende el ámbito religioso. Lo que vemos es el reflejo de un país donde se han roto los mecanismos de equilibrio: “Quien podría haber hecho algo no lo hizo en el pasado, no lo está haciendo ahora y me temo que no lo hará en el futuro.” Y señala directamente a las autoridades eclesiásticas, incluso recordando el episodio protagonizado por Carlos Osoro, que llegó a introducir dos papeletas en la votación del nuevo Papa. Un error, dijo él. Pero el gesto alimenta esa sensación de caos moral y desorientación institucional.
La realidad es que el debate sobre el Valle de los Caídos no es cultural, ni artístico, ni espiritual. Es una cortina de humo. Y mientras el Gobierno juega a reescribir la historia para tapar sus propios escándalos, la Conferencia Episcopal —que debería defender con firmeza uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes del siglo XX— se mantiene en un silencio que ya no es prudencia: es complicidad.
Por eso la frase de Morado resuena tanto. Porque señala una verdad incómoda: si una institución renuncia a su misión, alguien ocupará su lugar. Y eso, en España, ya lo estamos viendo.
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Ya hace que tiempo que eso señores purpuras callán, cuando deberian haber alzado su voz, contra un gobierno ateo, másonico y pro-islam. Delito moral el de Comisión Episcopal, pero lo de la curia romana es de ex-comunión directa y además es una omisión del deber de socorro de loa fieles catalicos de España.