Lo que cae del cielo no es polvo… es metal

Me envían vídeos. Muchos. Y algunos, como el de Tommy, son difíciles de ignorar.
En él se ve cómo pasa un imán por el capó de su coche tras el paso de aviones y… el polvo se pega. No es tierra. No es ceniza. No es arena del Sáhara. Es material magnético. ¿Qué estamos respirando?
Durante años, cuando algunos nos atrevíamos a hablar de esto, nos llamaban locos. “Conspiranoicos”, decían. Pero ahora, hasta organismos oficiales reconocen que se están haciendo experimentos para modificar el clima, que hay pruebas, que hay sustancias.
Y lo más inquietante: no nos lo cuentan.
Lo explicaron expertos en este programa: ese polvo oscuro es compatible con residuos generados por industrias del carbón o procesos químicos altamente contaminantes. Pero esto no ocurre junto a una fábrica. Ocurre tras el paso de aviones. En zonas residenciales. En pueblos. En la ciudad.
No digo que todos los vuelos estén involucrados. Digo que alguien debería investigar. Digo que si pasa un avión y luego el polvo se pega a un imán, hay una responsabilidad.
También hay una realidad: algo se está haciendo ahí arriba. Las estelas que nos juraron que eran vapor de agua duran horas. Se expanden. Cae polvo negro. No son teorías. Son hechos.
Y si lo decimos nosotros, nos censuran. Pero si lo dices tú, con un vídeo y un imán en la mano… ¿qué van a hacer? ¿Banear también los imanes?
España necesita medios que no tengan miedo a hablar de geoingeniería, de estelas, de contaminación encubierta. Porque si no, seguiremos respirando veneno creyendo que es aire limpio.
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