Lo que cuenta la calle: cuando los oyentes explican lo que nadie quiere oír

A veces no hace falta un análisis político para entender lo que pasa. Basta con escuchar. Hoy, como tantas veces, los oyentes nos han dejado mensajes que son auténticos retratos de la España real. Aquí os los comparto, porque creo que merecen ser escuchados por todos.

Ángeles, desde Madrid:

Una oyente habitual, Ángeles, me contó lo que vivió en un centro comercial de Madrid: mientras hacía el autopago, un joven magrebí comenzó a increpar a una cajera con violencia verbal. “‘¿Qué miras, loca?’”, le gritó, mientras se acercaba con intención agresiva. Ángeles intentó ayudar hasta que llegó seguridad. El individuo, según ella, ya había robado varias veces en el centro, y muchas veces lo hacen impunemente, porque en algunos turnos no hay ni un solo vigilante. “Nos están comiendo el espacio, el país”, me dijo. Y añadió algo que me preocupa profundamente: “Cuando salí, sentí miedo”.

Ana, desde Canarias:

Ana me llamó desde Lanzarote, indignada. Dice que cada vez que Sánchez va a la isla, se producen cortes de agua. “¿Qué pasa, que se lleva toda el agua para donde él vive?”, me preguntó con ironía amarga. Y añadió: “Va Marlaska, va Illa, y siempre que vienen hay cortes de agua en los demás pueblos. A mí eso me parece una aberración”. Así de claro. No es solo la indignación política, es la sensación de abuso constante.

María (voz ciudadana):

María lanzó una propuesta simbólica, pero potente: “Vamos todos los españoles, por lo menos la mitad de nosotros… y llenamos Melilla y Ceuta”. Cree que si el pueblo se moviliza, no haría falta ejército. “Nuestra energía junta es mucho más fuerte que todos ellos”. Me conmovió su tono. No hablaba de violencia, hablaba de presencia. De no rendirse sin plantar cara.

Fraguas:

Fraguas no niega la amenaza marroquí, pero duda de que la marcha verde sea inminente. Aun así, reconoce la hostilidad creciente: “El proyecto seguro que es real”. Su escepticismo no es ingenuidad, es cálculo. “La pela es la pela. Y lo que manda siempre es la pela”, me dijo. Y, por desgracia, suele tener razón.