“Nos están friendo a impuestos sin tener en cuenta lo que hemos perdido”

Estuve en Alzira hace unas semanas, cuando todavía había vecinos sacando barro de sus casas, comercios arrasados y explotaciones agrícolas que lo habían perdido absolutamente todo. Allí conocí a Vicente Guaita, uno de los afectados por la riada, y su testimonio es el retrato más crudo de lo que está pasando: la Administración los está abandonando.

Guaita lo dijo con una claridad que duele:
“Nos están friendo a impuestos sin tener en cuenta lo que hemos perdido.”

Y lo que han perdido no son solo muebles, electrodomésticos o vehículos. Son medios de vida enteros. Familias que se han quedado sin cosecha, autónomos que no pueden abrir, personas que han visto cómo el agua se llevaba años de esfuerzo. Y ante eso, lo mínimo que esperaban era sensibilidad fiscal, ayudas reales o un alivio inmediato.

Pero no.
Nada de eso ha llegado.

Mientras la gente intenta rehacer su vida como puede, continúan llegando recibos, tasas, impuestos municipales, el mismo calendario fiscal de siempre, como si no hubiese ocurrido una catástrofe. Ni moratorias, ni suspensión temporal, ni siquiera una reducción simbólica. Ni un gesto.

Guaita lo explicaba con rabia contenida: están pagando como si su situación fuese normal, cuando la realidad es que muchos ni siquiera pueden vivir en sus casas. Y mientras tanto, las promesas institucionales suenan huecas. Mucho anuncio, mucha foto, muchas palabras… pero las ayudas no llegan, o llegan mal, tarde y con un laberinto burocrático que desanima a cualquiera.

Esa es la expresión exacta que usó Guaita y que resume el drama mejor que cualquier informe:
“Estamos abandonados.”

Porque aquí no hablamos de ideología. No hablamos de colores políticos. Hablamos de vecinos desesperados sacando agua con cubos mientras la Administración discute competenciales, rehúye responsabilidades y sigue cobrando como si todo funcionara a la perfección.

Lo dije en el programa y lo vuelvo a decir aquí:
un país que deja atrás a sus propios ciudadanos cuando más lo necesitan ha roto el contrato moral más básico.
Nadie pide privilegios.
Nadie pide favores.
Solo justicia, empatía y un mínimo de humanidad fiscal cuando lo han perdido todo.

Y, por ahora, no lo están recibiendo.

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