«Zapatero debería estar en la cárcel». Y los artistas subvencionados, también callados

Lo ha dicho Julio Bronchal, perito psicólogo con experiencia en casos de Estado:
“Si hubiera justicia, Zapatero cumpliría una larguísima condena de cárcel por traición.”
Y no es una frase lanzada al aire. Bronchal explica que, desde un punto de vista técnico, Zapatero ha trabajado sistemáticamente contra los intereses de su propio país.
No solo ha actuado como mediador del chavismo en Latinoamérica, sino que ha blanqueado dictaduras, ha insultado a los disidentes y ha utilizado el nombre de España para legitimar a criminales.
“Un perfil con tintes megalómanos”, dice Bronchal, “pero con plena consciencia de lo que hace.”
Y añade: “No es torpeza. Es estrategia.”
Junto a él, Azabache, artista venezolana exiliada, habló con la autoridad de quien lo ha perdido todo por culpa del régimen.
Y su mensaje fue directo:
“Si tú recibes ayudas del Gobierno, tú trabajas para el Gobierno.”
Y apunta a Ana Belén, Joan Manuel Serrat y otros artistas subvencionados, que callan ante los abusos del poder mientras siguen recibiendo dinero público.
“El arte subvencionado deja de ser libre. Y los artistas que aceptan ese dinero, ya no pueden hablar”, dijo Azabache, con la serenidad de quien no teme al exilio porque ya ha vivido lo peor.
Ambos, Bronchal y Azabache, coincidieron en algo esencial:
Zapatero no es un político retirado. Es un operador internacional al servicio de una agenda.
Y en España, nadie se atreve a investigarlo.
Porque Zapatero tiene blindaje. Tiene protectores. Tiene un relato construido desde los medios que aún lo tratan como “expresidente”, no como lo que realmente es: un peón útil para regímenes sin escrúpulos.
Y si tú o yo hiciéramos una mínima parte de lo que él ha hecho —mediaciones turbias, apoyo a dictadores, colaboración con estructuras criminales—, estaríamos ya juzgados, condenados y señalados.
Pero él, no.
Porque en España, la justicia se aplica a los enemigos del régimen. No a sus cómplices.