Cristina Martín planta cara a María Jesús Montero

Lo han visto millones de personas: la periodista Cristina Martín, autora de La tiranía de la mentira, se cruzó en una venta de carretera con la ministra de Hacienda y vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero. Lo que ocurrió después es la prueba de cómo este Gobierno concibe la relación entre ciudadanos, periodistas y poder.
Cristina, en un espacio público, le preguntó por los incendios y por la desigual financiación entre comunidades. Lo hizo con educación, grabando con su móvil, como permite la ley y como ampara el artículo 20 de la Constitución. La respuesta de la ministra y de su séquito fue la de siempre: “¿De qué medio eres? No estás acreditada”.
Amigos, ¿acreditada en una gasolinera? ¿Quién acredita allí? ¿El dueño del bar? Es absurdo. Lo que vimos es cómo el poder intenta reducir al periodista a un siervo domesticado. Montero se negó a contestar, su jefa de prensa se encaró con Cristina, la seguridad rodeó a la periodista y, como colofón, llamaron a la Policía Nacional para intimidarla.
Pero la escena habla por sí sola: quien fue acosada fue Cristina Martín, no la ministra. Ella cumplía con su labor: preguntar, fiscalizar, incomodar al poder. Y lo hizo en nombre de todos los ciudadanos que pagan impuestos y que exigen respuestas.
La pregunta es obvia: ¿qué temen tanto los políticos cuando alguien les interpela en la calle? ¿Por qué esa obsesión en saber “de qué medio eres”? La respuesta la conocemos: para llamar a tu director y pedir tu cabeza. Eso es censura preventiva.
El vídeo de Cristina ha abierto un debate necesario: ¿tenemos derecho a preguntar a nuestros representantes en la calle? La Constitución dice que sí. El Gobierno, con su actitud, demuestra que no.
Gracias, Cristina. Porque lo que hiciste es periodismo en estado puro.
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