Incendios, mareta y la indignación ciudadana

El mes de agosto se cierra con tres palabras que lo resumen todo: fuego, censura y rabia popular.
Primero, el incendio de España, con miles de hectáreas arrasadas y pueblos enteros desalojados. Testigos nos envían vídeos desde Galicia, Zamora y Murcia mostrando humo cubriendo kilómetros de horizonte, puestos de vigilancia abandonados y torres vacías mientras arden los bosques. Alemania, Francia y otros países nos han enviado ayuda. Incluso Marruecos ha cruzado dos hidroaviones desde Portugal. Pero aquí seguimos igual: falta de medios, previsión y responsabilidad política.
Vecinos denuncian que en cada incendio se les impide ayudar, que se multa al que recoge un tronco para limpiar el monte. En Alemania, nos cuentan, son los propios ciudadanos los que colaboran como bomberos voluntarios y los bosques se mantienen limpios. Aquí, prohibido.
Segundo, la mareta de Sánchez en Lanzarote. La Capitanía Marítima ha publicado un aviso prohibiendo la navegación frente a la residencia de vacaciones del presidente hasta el 31 de agosto. Un lujo propio de dictadores: aislar al pueblo para proteger a la familia presidencial. Y cuando Sánchez visita zonas de incendios, recluyen a los vecinos en sus casas, apartados para que no le griten lo que piensan. Los vídeos son claros: insultos, rabia e indignación. Sánchez va, posa y vuelve al Falcon.
Tercero, la indignación ciudadana. Testimonios como el de Teresa, que se siente estafada pagando los lujos del presidente mientras ella no puede irse de vacaciones; o Antonio, que pide llenar la mareta de barcos como acto de protesta. Españoles que sienten ansiedad al ver cómo sus impuestos financian el Falcon y el aislamiento del presidente.
Mientras tanto, el Gobierno tramita ayudas de la Dana a paso de tortuga, recalifica terrenos privados como dominio público sin indemnización, y hasta exige a autónomos devolver ayudas COVID que recibieron sin pedirlas.
Esto es lo que tenemos: un país donde el Estado se protege a sí mismo y abandona a los ciudadanos. Donde se prohíbe navegar frente a la residencia de Sánchez mientras arden los bosques y se expulsa a la gente de sus pueblos en llamas.
La rabia es legítima. Y llegará un día en que esa rabia será justicia.
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