El narco-Estado como modelo político: cuando la violencia sustituye a las urnas
Hay países donde las elecciones ya no deciden nada.
Lo decide el miedo.
Lo decide el narco.
En el programa analizamos el asesinato de Carlos Manzo, opositor mexicano que luchaba contra los cárteles desde su municipio. Su fórmula era simple: limpiar las calles, como Bukele en El Salvador. Su recompensa: lo mataron.
Una oyente nos escribe:
“Esta gente solo se dedica a asesinar opositores.”
No es opinión. Es un patrón.
En México, según lo que nos cuentan, el poder político y el poder criminal son el mismo poder. Los narcos financian campañas, pagan favores, compran complicidades. El Estado mira a otro lado porque ya no manda el Estado.
Susana lo dijo claro:
“Estamos llenos de funcionarios que destruyeron sus países y ahora se pasean por España como opositores.”
Lo grave es que este modelo se exporta.
Se copia.
Se normaliza.
Argentina, México, Colombia, Venezuela…
Y ahora, según Roberto, hasta Nueva York corre el riesgo de caer en lo mismo: elecciones sin control de identidad, inmigrantes votando sin DNI, y candidaturas financiadas —presuntamente— por grandes lobbies transnacionales.
Azabache lo sintetizó así:
“Estos gobiernos implosionan el país desde dentro.”
No necesitan tanques.
Solo necesitan instituciones sin justicia y ciudadanos distraídos.
En el caso mexicano, lo denuncian incluso desde dentro:
“Piden perdón por la historia, pero no por los crímenes del presente.”
Mientras nos hacen debatir sobre el pasado,
se reparten el futuro.
Y cuando el poder siente amenaza, actúa igual en todas partes:
– Se asesina al opositor.
– Se manipula la opinión pública.
– Se compra el voto con subsidios.
– Se destruye la justicia.
– Se controla la narrativa mediática.
Todo con un objetivo:
conseguir el control absoluto sin disparar una bala en público.
Lo que empieza sembrando “cultura del subsidio” acaba en esto:
nadie trabaja, todos dependen del Estado…
y el Estado depende de otro poder.
El narco no necesita ganar elecciones.
Solo necesita que nosotros dejemos de votar con libertad.
Cuando un país pierde la justicia,
cuando aplaude al corrupto,
cuando calla frente al crimen…
ya no es un país.
Es una plaza tomada.
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