«Me han destrozado la vida: toda una vida trabajando para que una ocupa se quede con la casa de mi hija»

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Hay entrevistas que se te clavan en el pecho. La de Jesús Jiménez es una de ellas. Este hombre lleva toda su vida trabajando para dar un futuro digno a sus hijas. Se marchó a Suiza con 18 años, él y su mujer con 19, “unos críos”, como él mismo dice. Veintidós años fuera de España para pagar un piso que sería el hogar de su hija.

Y ahora, ese piso está ocupado ilegalmente.
La ocupa es una mujer marroquí con dos hijos. Un alquiler que dejó de pagar hace dos años. No le importa nada. Ni que la dueña se haya divorciado, ni que tenga dos hijos pequeños, ni que necesite la casa para vivir.

La frase que le dijo a la hija de Jesús define esta historia:

—Antes de irme yo a la calle, te vas tú.

Y el Estado la protege.

Hay tres sentencias judiciales de desahucio.
Tres.

Pero el gobierno ha decidido que los “vulnerables” son ellos, no los propietarios que pagan la hipoteca, el IBI, los suministros y los impuestos.

Jesús me lo dijo con una mezcla de rabia y derrota:

“Nos hemos quedado sin piso porque a ella le apetece. Nos ha destrozado la vida.”

Cuando Tamara, su hija, va a Servicios Sociales del Ayuntamiento de Elche para pedir ayuda, le dicen:

“Tú no cumples el perfil.”

Su perfil es:
española, trabajadora, divorciada, con dos hijos, salario de 1000 euros.

Pero la ocupa sí encaja en el “perfil”.

El propio funcionario terminó diciendo:
“Que la ayude su familia.”

Y la familia ayuda.
Ayuda a Tamara.
Ayuda a la ocupa.
Y ayuda al Estado, que mira para otro lado.

La casa sigue ocupada.
La ocupa no paga ni luz ni agua. La factura del agua ya supera los 400 o 500 euros, y Agua Municipal dice que no pueden cortar el suministro.

Cada noche, la hija de Jesús prepara la ropa de sus hijos porque tienen todo en cajas, viviendo amontonados en casa de sus padres.

Jesús tuvo un infarto.
Él mismo reconoce que el estrés de esta situación le ha llevado incluso a volver a fumar.

Cuando le pregunto qué siente, solo dice:

“Esto es inhumano. No nos merecemos esto.”

España ha dejado de proteger a los trabajadores para defender a los que no cumplen la ley.
Aquí, el delincuente tiene más derechos que el propietario.

Jesús me dijo algo que resume toda esta tragedia:

“Yo no tengo que ser servicios sociales. Yo tengo que ayudar a mi familia, no a esa señora.”

Él solo pide justicia.
Solo pide que el Estado deje de castigar a quien cumple la ley.

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