Cuando tener casa no basta: el drama real de la inquiokupación en España

Varias personas en una protesta contra la okupación. | Lorena Sopena (Europa Press)
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Hoy he hablado con dos personas que representan una verdad incómoda que muchos en el gobierno no quieren escuchar: la inquiokupación existe. Y no es un fenómeno aislado. Es un drama humano, una injusticia cotidiana que miles de ciudadanos están sufriendo en silencio mientras las administraciones se lavan las manos.

Uno de ellos es Ricardo Bravo, presidente de la Plataforma de Afectados por la Okupación. Me explicó cómo lleva años advirtiendo a las autoridades de un problema que se niegan a reconocer. “Me reuní con representantes del PSOE”, me dijo, “y se negaban a aceptar que existía la inquiokupación. No querían ni usar la palabra”. Para muchos políticos, este drama no existe. Para los afectados, es su día a día.

Pero la voz que más me ha conmovido hoy ha sido la de Rosa. Durante cuatro años vivió el infierno: tenía su casa, pero no podía vivir en ella. Había alquilado su vivienda, y lo que empezó como un contrato legal acabó convertido en una pesadilla. La inquilina dejó de pagar, se atrincheró y Rosa fue expulsada de su propia vida.

“Tuve que dormir en un trastero durante años”, me confesó con la voz entrecortada. “Con la ayuda de una ONG, con el apoyo de una amiga que me dejaba su sofá… y mientras tanto, mi casa estaba ocupada. No podía entrar, no podía recuperarla. Y lo peor: la ley no estaba de mi parte”.

Cuatro años. Dormir en un trastero. Pagar luz y agua mientras los ocupantes vivían sin pagar un céntimo. ¿Cómo es posible que esto esté ocurriendo en un país que presume de ser un Estado de derecho?

Cuando desde los medios y las instituciones se relativiza este fenómeno, cuando se intenta ridiculizarlo diciendo que son casos anecdóticos, están insultando a personas como Rosa. Están negando la evidencia. Y lo hacen por ideología, por sectarismo, o por puro miedo a enfrentarse a la verdad.

Ricardo nos lo decía claro: “La solución es política. Y no llega porque hay un interés por proteger al okupa antes que al propietario honesto”.

Es urgente un cambio legislativo. Es urgente que el ciudadano vuelva a tener garantías. Y es urgente que dejemos de vivir en una distopía donde el dueño de una casa es el último en tener derechos sobre ella.

Desde este diario seguiremos poniendo voz a quienes el sistema ignora.

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