Abolir la prostitución mientras la consumen: la hipocresía política que ya no pueden ocultar

Escena simbólica que representa encuentros discretos en contextos de poder. Recreación ilustrativa generada mediante inteligencia artificial.
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Hay cosas que uno sospecha y espera no confirmar nunca. Pero cuando hablas con las protagonistas, cuando lo escuchas de primera mano, la indignación se convierte en certeza.

He entrevistado a Susana Pastor, expresidenta de una asociación de trabajadoras sexuales. Le he preguntado si le consta que Ángel Víctor Torres, hoy ministro, participara en encuentros sexuales bajo pago mientras votaba en el Congreso por la abolición de la prostitución.

Su respuesta ha sido rotunda:

“A mí me han llamado mujeres que han estado con él. Y también un hombre. Un actor porno.”

Al mismo tiempo, Torres votaba una, dos, tres y cuatro veces a favor de prohibir la prostitución.

No solo eso: Aldama —el mismo nombre que aparece en la trama de las mascarillas— declaró que había pagado pisos para esos encuentros. Ningún periodista debería ignorar semejante afirmación.

Lo más salvaje no es la vida privada. Me importa un rábano lo que haga cada uno en su cama.
Lo intolerable es que promuevan leyes contra lo que ellos mismos consumen.

Susana lo resumió con una lucidez demoledora:

“Lo que no voy a respetar es que nos quieran abolir mientras son los primeros en contratarnos.”

Y añade algo que rompe cualquier relato oficial:

“El PSOE quiere abolir la prostitución no para protegernos, sino para seguir aprovechándose sin control.”

Mientras tanto, hablan en el Congreso de feminismo, de mujeres empoderadas, de abolición “por nuestro bien”.

Y luego, según los testimonios, las usan, las esconden y luego las niegan.

Yo no juzgo la prostitución.
Juzgo la hipocresía.

Juzgo que se vote lo contrario de lo que se practica.

Juzgo que se impulse una ley para callar a las mismas personas cuyos servicios, presuntamente, se han consumido en secreto.

Juzgo que las trabajadoras sexuales estén más vigiladas que los políticos.

Y hay un detalle que lo resume todo. Me lo dijo Susana Pastor:

“Si viene la regulación, no podrán seguir haciendo lo que hacen. Si viene la abolición, sí.”

La libertad importa…
hasta que deja de convenir.

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