El Festival de San Sebastián ignora a las víctimas de ETA mientras las tecnológicas arrasan el campo español

Hoy en Castillón Confidencial hemos dado voz a dos invitados con miradas muy distintas pero que comparten algo esencial: la valentía de decir lo que muchos callan. El productor de cine José Luis Rancaño lo ha dejado claro al hablar del Festival de San Sebastián: “Jamás hizo un gesto en favor de las víctimas de ETA, pero de Gaza sí”. Esa frase lo resume todo. Mientras miles de familias españolas esperaban un reconocimiento, un homenaje, un simple gesto hacia quienes sufrieron el terrorismo, el festival ha preferido mirar fuera, sumarse a causas de moda y evitar lo incómodo. La memoria de las víctimas en España sigue siendo ignorada en demasiados espacios culturales.

A su lado, la agricultora y ex diputada María Ángeles Rosado ha lanzado una denuncia que debería preocuparnos a todos: “Las empresas tecnológicas están arrasando con el agua y el campo en España para mantener sus servidores de inteligencia artificial”. No hablamos de un futuro lejano, hablamos de hoy. Servidores que consumen cantidades ingentes de agua, explotaciones agrícolas que se quedan secas, pueblos enteros que ven cómo sus recursos desaparecen para sostener la máquina digital. Mientras nos venden el progreso de la inteligencia artificial, lo que hay detrás es un saqueo silencioso de nuestro territorio y de nuestro campo.

En un mismo programa hemos escuchado dos voces distintas que retratan la misma realidad: la desmemoria y el desprecio hacia lo nuestro. Un festival de cine que calla ante ETA pero presume de solidaridad en Gaza. Unas tecnológicas que secan los campos españoles mientras se llenan los bolsillos prometiendo innovación. Todo forma parte de un mismo patrón: mirar hacia otro lado cuando lo que toca es defender a las víctimas, a los agricultores, a los ciudadanos de a pie.

En Castillón Confidencial seguiremos dándoles voz a ellos, porque son quienes sufren las consecuencias de las decisiones de otros. Y porque en este espacio preferimos incomodar antes que callar.

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