“El pederasta de Marea se esconde en Cuba porque el comunismo protege a lo peor de la humanidad”

Cuando pedí ayuda a los confidenciales para localizar a Martiño Ramos Soto, aquel profesor de música que abusó durante años de una niña de su escuela —desde los 12 hasta los 16— no imaginaba que acabaría encontrándose huido en Cuba, protegido bajo la sombra del régimen castrista.

Lo dijimos claro en el programa: no hablamos solo de abusos, sino de violencia, sadismo y un historial que hiela la sangre. Fue condenado a 13 años y medio de cárcel. Recurrió, perdió… y cuando la sentencia se volvió firme, desapareció. Huyó.

Y ahora lo sabemos:
España → Portugal → Brasil → Perú → Cuba.
Una ruta calculada para aterrizar en el único lugar donde un perfil como el suyo puede sentirse seguro.

Hablé con Sayde Chaling Chong, presidente de la Alianza contra el Comunismo, y sus palabras describen la escena con precisión quirúrgica:
“El comunismo protege a lo peor de la humanidad.”

Y lo vimos claro.
El régimen cubano sabía quién era. Lo tenía controlado. Sabía que lo buscaba la Justicia española. Y no movió un dedo. Lo acogió, como acoge a tantos otros.

Sayde lo explicó aún mejor:
en Cuba han dado refugio a asesinos, miembros de las Panteras Negras, etarras e individuos con historiales criminales espantosos. El Departamento de Estado de EE. UU. señala al régimen cubano como patrocinador del terrorismo. No es una opinión: es un hecho documentado.

Mientras hablábamos, recordé otro dato estremecedor que aporté en directo:
hoy hay diez españoles reclamados por nuestra Justicia viviendo escondidos en Cuba, desde asesinos hasta agresores sexuales y narcotraficantes.

Es una cueva internacional de fugitivos, sostenida por una dictadura que no extradita a nadie porque no existe tratado de extradición con España. Lo saben, lo explotan y se benefician de ello.

Sayde lo resumió con brutal sinceridad:
“El comunismo saca lo peor de dentro del ser humano.”

Y en este caso lo estamos viendo con absoluta claridad.
Un pederasta protegido.
Un régimen que lo cobija.
Una Justicia española impotente.

Y aún así, aquí seguimos señalándolo, nombrándolo y desenmascarándolo.
Porque si algo caracteriza a este espacio es que no miramos hacia otro lado, aunque el resto del sistema haya decidido hacerlo.

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