El viaje a Bruselas: corrupción, despilfarro y castas políticas en la UE
He vuelto de Bruselas con una certeza: Europa vive instalada en una obscenidad política que cuesta describir. Y por eso era necesario mostrarlo, grabarlo y contarlo sin filtros, porque lo que allí se respira no tiene nada que ver con la Europa de los ciudadanos. Es otra cosa. Una casta.
Los confidenciales me han demostrado que estamos en todas partes: España, Bélgica, Inglaterra… gente que te abraza, que te agradece que lleves su voz a la Comisión de Peticiones con esas 52.000 firmas históricas. Pero al mismo tiempo, al caminar por los pasillos del Parlamento Europeo, lo que uno encuentra es lujo, despilfarro y una desconexión absoluta con la realidad.
Les describo algunas escenas.
Una terraza donde no se puede fumar al aire libre. Para solucionarlo, instalan una cabina acristalada con una máquina purificadora que expulsa el humo… otra vez a la terraza. Coste estimado: decenas de miles de euros. El símbolo perfecto de la idiotez burocrática.
Un parking con más de 1.000 vehículos oficiales: Mercedes, Volkswagens… todos matriculados por el Parlamento y al servicio de los eurodiputados. No de embajadas: suyos. Pagados por usted.
Un plató de televisión dentro del Parlamento que ni Antena 3 podría permitirse. Y sí, nos prestaron uno para grabar el programa, pero solo porque dimos la batalla para entrar donde otros ni se atreven a mirar.
Me crucé con Leire Pajín, rodeada de asesores, como si viviera en un planeta paralelo. Vi eurodiputados fumando en zonas prohibidas, otros corriendo para simular que trabajan, y un ejército de burócratas cuya actividad principal parece ser convocar reuniones para justificar su existencia.
Y luego llegó lo mejor: un hombre que se me acercó con pinta de espía o lobista y me pidió un teléfono para pasarme información confidencial. Se lo dije: aquí lo damos cada día. Informen. No tenemos miedo.
Bruselas es también una ciudad sucia, abandonada, saturada de inmigración descontrolada, con zonas donde ni la policía entra, como Molenbeek, criadero de yihadistas. Y mientras la gente duerme en la calle, los eurodiputados viven rodeados de privilegios.
Y lo que ocurre dentro es aún peor.
Diputados que no leen lo que votan, porque tienen delante listas de cien casillas que deben marcar deprisa según las instrucciones del partido. Coroneles de la OTAN asistiendo a reuniones con revistas pornográficas escondidas en los folletos oficiales. Duchas retiradas de los despachos porque servían para encuentros sexuales.
Esto no es Europa. Esto es una parodia de sí misma, sostenida con el dinero de los contribuyentes.
La decadencia es tan profunda que ya no la disimulan. Por eso había que contarlo. Y por eso volveremos.

