Ione Belarra pillada mintiendo en una comisión

La escena que vivimos hace unas horas en una comisión de investigación refleja mejor que nada el nivel político que padecemos. Ione Belarra, exministra de España, acudió a la comisión para pontificar, acusar y tirar contra el adversario. Pero cuando le preguntaron por un supuesto “protocolo del Saler”, asintió dos veces diciendo que sí lo conocía, que lo había leído, que lo sabía.

Y entonces llegó el golpe: ese protocolo no existe.

Carlos Mazón, que sabía perfectamente a lo que jugaba, le tendió una trampa limpia, sin trampas ni cartón. Le preguntó por un protocolo inexistente para demostrar algo evidente: Belarra no sabía de qué estaba hablando. No tenía idea. Y aun así asentía con seguridad, como si la ignorancia fuese una virtud política.

Catalina lo resumió después con claridad: una exministra que insulta, que da lecciones, que pretende fiscalizar a otros… y que desconoce incluso la legislación vigente. Lo que vimos ayer es la radiografía de un modelo político donde la preparación no importa, donde lo que cuenta es repetir consignas ideológicas aunque no tengan el menor sustento.

Yo empecé el programa recordando que este país ha estado gobernado por un portero de discoteca, un mantenedor de aires acondicionados, un torero frustrado y un presidente con una tesis falsificada. Lo de Belarra no es una excepción: es la norma en un sistema degradado, donde se asciende no por mérito sino por obediencia al jefe de la banda.

Julio Bronchal, en el programa, fue clarísimo: solo en un ambiente pútrido prosperan determinadas “bacterias políticas”. En un sistema serio, donde se exige currículum, formación, mérito y resultados, gente así no habría pasado del mostrador.

Pero aquí sí. Aquí asienten cuando no entienden, acusan cuando no saben, y hablan aunque no tengan nada que decir. Ese es el verdadero drama.

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