La farsa de la flotilla de la paz: terroristas, propaganda y silencio mediático

El furor parte desde Cartagena. | Armada
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Confidenciales, lo de la llamada flotilla de la paz ha superado todos los límites del cinismo político. Mientras el Gobierno presume de solidaridad, lo cierto es que nunca en una misión “humanitaria” viajaron tantos terroristas.

Entre los pasajeros había exmiembros de ETA y radicales palestinos. Les nombro algunos: José Javier Oses Carrasco, exterrorista de ETA y hoy profesor en Tudela; Iziar Moreno Martínez, condenada en Francia por intentar asesinar a un gendarme; e Ibrahim Abayat, exlíder de las brigadas de los mártires de Al-Aqsa, responsable de decenas de asesinatos en Israel, hoy presidente de la Casa Palestina en Aragón.
Este último, nada menos, vive en España desde hace más de veinte años, primero con una pensión de la Unión Europea y ahora con dinero de la Autoridad Palestina. En febrero, Ione Belarra se reunió con él en el Congreso y lo llamó “referente de la resistencia palestina”.

Y todo eso bajo el sello de una supuesta misión humanitaria pagada —según hemos confirmado— por Hamás, una organización terrorista.
El resultado: España ha dado la vuelta al mundo con una de las imágenes más bochornosas de su historia reciente.

Mientras tanto, los militares que iban en la patrullera Furor están indignados. Me lo confirman fuentes directas: se sienten utilizados y humillados. Fueron enviados a una zona de conflicto sin autorización parlamentaria, una orden que podría calificarse de inconstitucional.
Y para colmo, mientras arriesgan la vida, los políticos responsables —Robles y Sánchez— se fotografían hablando de “misiones de paz”.

Luego vino el espectáculo en casa. Miles de manifestantes en Barcelona cortando la Diagonal “por Palestina”. Jóvenes adoctrinados repitiendo consignas sin saber que están defendiendo a quienes odian las libertades que ellos mismos disfrutan.
Lo más triste es que muchos de esos movimientos están alentados y financiados por el propio Gobierno y por fuerzas nacionalistas que controlan las instituciones. Todo forma parte de una estrategia subversiva de distracción: mientras todos miran a Gaza, nadie mira la corrupción de Sánchez, ni los sobres de Coldo, ni el dinero negro del PSOE.

Esta es la verdad que no se cuenta en los medios. No hablamos de solidaridad, hablamos de propaganda.
Y de un país en el que los asesinos de ayer desfilan ahora bajo la bandera de la paz.

España merece saberlo. Y aquí, en esta trinchera, lo vamos a seguir contando.

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