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La noche en que Iker Jiménez llegó donde el Estado no llegó

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Hoy no es un programa normal. Hoy dedicamos este espacio a recordar lo que pasó hace un año en la riada de Valencia, cuando medio millón de personas quedaron abandonadas sin ejército, sin policía, sin bomberos, sin Estado. Y cuando tuvimos que demostrar, en directo, que solo el pueblo salva al pueblo.

La primera persona que invité a este programa especial fue alguien que tuvo la valentía de hacer lo que ninguna institución hizo: llegar a la zona cero cuando las autoridades decían que era “imposible llegar”.
Ese periodista fue Iker Jiménez.

Nada más empezar, Iker me confesó algo: no quería ver el documental Riadas. Le removía. Le dolía. Finalmente, lo vio —porque su mujer insistió— y no pudo dormir.

“No solo me emocionó. Me convulsionó.”

Recordó cosas que tenía guardadas “en zonas poco exploradas de la mente”, como él mismo dijo.
Lo que vio en el documental le activó recuerdos que creía enterrados.

Me contó que intentó localizar al productor del documental para felicitarle.
Cuando abrió el WhatsApp para escribirle, el contacto ya estaba guardado:

“No creo en las casualidades. Algo superior quiere que esto salga.”

Entonces Iker relató lo que vivió la noche de la riada.

“Nadie estaba ayudando. Solo voluntarios. El Estado no apareció.”

Iker decidió desplazarse sin pedir permiso a la cadena, saltándose todo protocolo.
Cuando llegó a la zona, lo que vio fue desolador:

  • vehículos saqueando,
  • gente robando puertas,
  • familias pidiendo ayuda desde balcones,
  • ni un solo helicóptero de rescate.

“Llegué a Paiporta. Y pensé: aquí no hay Estado.”

En su relato hay una frase que lo resume todo:

“A todos los que intentaron matarme mediáticamente, no los vi llevando leche a los balcones. No los vi.”

Iker denunció algo gravísimo: la campaña coordinada para destruir su reputación y expulsarlo de la televisión.

“Pidieron mi cabeza en bandeja. Me boicotearon con presiones a anunciantes.”

Repito sus palabras:
Pidieron mi cabeza en bandeja.

Y también esto:

“No tengo pruebas, pero tampoco ninguna duda.”

“Mi consejero delegado aguantó la presión para no echarme”

Iker explicó que las presiones llegaron desde medios nacionales, desde cadenas y desde marcas que exigían quitar publicidad a su programa.
Querían que desapareciera horizonte y Cuarto Milenio.

“Lo que vivimos fue de mafia. Solo faltó la cabeza en la mesa.”

Su delito había sido contar la verdad: que sí se podía llegar a la zona cero, que había gente abandonada, y que el ejército no actuaba.

Mientras el Gobierno afirmaba que era imposible acceder, Iker y su equipo estaban dentro.

“El pueblo llegó antes que el Estado”

Cuando volvió a Valencia al día siguiente, vio algo que no olvidará jamás:

“Una hilera interminable de voluntarios atravesando puentes para ayudar.”

La gente les aplaudía.

No por televisión.
No por caridad.
Sino por algo profundo:

El pueblo salvó al pueblo.

Iker lo explicó mejor que nadie:

“Los sistemas se autodefienden. Cuando un mensaje trasciende la política, da miedo.”

Y cerró con una frase que debería quedar grabada en mármol:

“Yo nunca seré un cobarde mezquino.”

Hay pocos periodistas que pueden decir eso.
Muy pocos.

Se intentó silenciar a quien denunció el abandono.
Se atacó a quien mostró la verdad.
Se castigó a quien llegó donde el Estado no llegó.

Pero aquí seguimos.

Solo el pueblo salva al pueblo.

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El documental que el Gobierno no quería que vieras

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