La Unión Europea no acata las sentencias judiciales y sigue medrando para apoyar a Marruecos

La conversación con Víctor Viciedo, presidente de la Asociación de Labradores Independientes de Valencia, fue una bofetada de realidad sobre la traición silenciosa de Bruselas a nuestros agricultores.
Lo que cuenta es grave, documentado y escandaloso:
“La Unión Europea no acata las sentencias judiciales y sigue medrando para apoyar a Marruecos.”
Viciedo no exagera.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ya dictaminó que los acuerdos comerciales con Marruecos no pueden incluir productos procedentes del Sáhara Occidental, territorio ocupado ilegalmente.
Sin embargo, Bruselas mira hacia otro lado y continúa aprobando subvenciones, permisos y tratados que inundan nuestros mercados con productos agrícolas marroquíes más baratos y sin control fitosanitario.
Lo más indignante es que, según Viciedo, dos tercios de la inversión agrícola en Marruecos proceden de capital europeo, y de ese total, el 40 % es español.
Pero no son pequeños productores:
“Son grandes corporaciones agroalimentarias las que están cultivando allí con nuestro dinero”, denuncia.
Es decir, empresas españolas que reciben fondos europeos para deslocalizar la agricultura hacia un país donde la mano de obra cuesta una décima parte, donde se usan pesticidas prohibidos aquí y donde los derechos laborales son inexistentes.
Mientras tanto, nuestros agricultores valencianos cierran sus fincas, arruinados por la competencia desleal y por un sistema que financia a quien les hunde.
Y no se trata solo de economía: esto tiene una dimensión geopolítica evidente.
Europa mantiene a Marruecos como socio preferente para controlar el flujo migratorio, contener a Argelia y garantizar un acceso barato a frutas y hortalizas.
En otras palabras, se compra estabilidad a costa del campo español.
Lo dijo Viciedo con la claridad que da vivirlo en carne propia:
“Marruecos no compite, invade el mercado. Y la Unión Europea lo sabe.”
Y aún más, denuncia que Bruselas ha incumplido abiertamente las resoluciones judiciales que invalidaban esos acuerdos.
Nadie dimite, nadie se sonroja, nadie responde.
Este programa lo ha venido advirtiendo desde hace meses: detrás de los discursos verdes y sostenibles de la Agenda 2030, hay un plan para desplazar la producción agrícola europea hacia el norte de África, donde las mismas élites controlan la tierra sin sindicatos, sin leyes y sin periodistas molestos.
Y si alguien levanta la voz, lo tachan de radical o conspiranoico.
Pero la conspiración está escrita en los boletines oficiales de Bruselas.
La paradoja es brutal: nuestros impuestos sostienen la agricultura que destruye la nuestra.
Y mientras en Valencia los agricultores se manifiestan para sobrevivir, Europa aplaude los invernaderos marroquíes construidos con dinero europeo.
¿Hasta cuándo seguirá España tolerando esta traición?
¿Hasta cuándo vamos a callar mientras nuestro campo se vacía y Marruecos florece con nuestras subvenciones?
Como dijo Víctor Viciedo, no hay error, hay intención.
Y es hora de que alguien, en Bruselas o en Madrid, lo admita.
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