La Vuelta Ciclista tomada por violentos alentados por Sánchez

Amigos, lo ocurrido ayer en Madrid no es un hecho menor. Por primera vez en nuestra historia, un gobierno ha alentado a grupos violentos y se ha alineado con ellos, boicoteando un evento deportivo de relevancia internacional como es la Vuelta Ciclista a España.

Horas antes de la llegada final, Pedro Sánchez declaró:
“Sabéis que hoy termina la Vuelta a España, y vaya por delante nuestro reconocimiento a los deportistas, pero también nuestra admiración a un pueblo como el español que se moviliza por causas justas, como la de Palestina.”

Ese mensaje fue interpretado como una invitación a tomar la calle. El resultado: vallas lanzadas, botellas, cristales, chinchetas, clavos, latas y banderas palestinas entre encapuchados que sembraron el caos. Ni se pudo entregar el premio final ni se permitió a las familias disfrutar del espectáculo.

La Policía Nacional recibió órdenes de aguantar y no intervenir, excepto en caso de agresión directa. Había muy pocos efectivos, como denunciaron los sindicatos policiales. Estaba todo preparado para que saliera mal.

El testimonio de Ivón Domínguez, portavoz de Jupol, fue contundente: “La imagen internacional que hemos trasladado es patética y lamentable. Los compañeros estaban totalmente superados en número y no se les dejó intervenir.”

Lo que se vivió en Madrid fue una escena propia de una dictadura: un gobierno que apoya a grupos terroristas como Hamás, gobierna con ellos y los alienta a tomar la calle. Esa es la cruda realidad.

Yo mismo lo sentí: impotencia, dolor e indignación al ver cómo los violentos se imponían y cómo los ciudadanos huían por miedo, protegiendo a sus hijos. Estamos de rodillas ante los violentos, y eso es lo que más me duele.

Lo dijo Perico Delgado, campeón del ciclismo español:
“Esto es una desgracia muy grande para el deporte y para el país. Daña la imagen de la Vuelta y la imagen de España.”

No podemos normalizar que el presidente del gobierno utilice la violencia como cortina de humo para desviar la atención de la corrupción que le rodea.

Esto, amigos, es un punto de inflexión. Y si no reaccionamos, lo que vivimos ayer en Madrid será solo el principio.

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