EDITORIAL «Otra vez España abandonada a su suerte ante los incendios»

España está sufriendo otra situación límite. Parece que cada catástrofe —pandemia, volcanes, apagones, riadas o incendios— nos pilla siempre igual: sin previsión, sin medios, sin coordinación. Lo grave no es la mala suerte; lo grave es la negligencia. En un cargo público, la inacción mata.
Fuimos el país que peor gestionó la pandemia en Europa, con más de 150.000 muertos, y desde entonces hemos ido de desastre en desastre. Gestionan bien el miedo, pero no la libertad ni la prevención. Cuando aparece el Estado, ya solo queda recoger cadáveres.
Hoy vivimos una oleada de incendios que ha arrasado más de 150.000 hectáreas y ha dejado ya seis muertos en pleno agosto. ¿La respuesta de Pedro Sánchez? Echar la culpa al cambio climático. Pero lo que no cuenta es la desesperación de bomberos y vecinos que se sienten abandonados, luchando solos contra el fuego, sin medios aéreos ni refuerzos militares.
Jorge, un vecino gallego, lo resumía así: “Estamos abandonados de armas de gobierno. Non sei que máis probas necesita este país para reaccionar dunha vez”. Y tiene razón. Alcaldes y habitantes de pueblos de León, Galicia o Asturias denuncian que nadie aparece a salvarlos. Piden declarar el nivel 3 de emergencias y que intervenga el Ejército.
María Ángeles del Rosado, portavoz de Unaspi, lo explicó con claridad: “Los incendios se apagan en invierno, con gestión y prevención. Si no se hace, cuando llega el verano, el bosque es gasolina pura. Y si las administraciones no cumplen su deber, pierden toda legitimidad para representarnos”.
Mientras tanto, en lugares como San Pedro de Cansoles (Palencia), los cortafuegos estaban abandonados, llenos de maleza, y han sido los propios agricultores quienes han intentado salvar sus pueblos con maquinaria pesada. Y encima, las autoridades les amenazan con multas si no se marchan.
Es evidente: primero abandonan al campo, luego criminalizan a los que intentan salvarlo. Y mientras, Sánchez se refugia en discursos grandilocuentes sobre la “emergencia climática”.
Pero la realidad es otra: la de un país que vuelve a estar solo, más indefenso que nunca. Y ya no es la Dana, ni la pandemia, ni el apagón: es un patrón de abandono. Lo digo alto y claro: solo el pueblo salva al pueblo, pero antes hay que echar fuera a los incapaces que, con su negligencia, ya han causado demasiados muertos.
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