EDITORIAL «El agresor de Torre Pacheco en libertad gracias a Fiscalía»

Cada día pasan cosas que los grandes medios ignoran. Y por eso estamos aquí. Porque mientras Marruecos se prepara para acoger un Mundial de fútbol con estadios monumentales y su rey presume de ser la fortuna más grande de África, resulta que más de un millón de marroquíes viven en España. Y no es casualidad. Muchos vienen a trabajar, sí. Pero otros vienen porque aquí delinquir sale barato.
Lo de Torre Pacheco es un ejemplo. Issam B., un joven marroquí de 19 años, dejó inconsciente a un anciano de 68, Domingo, con una brutal paliza. Le pillaron intentando huir a Francia, le metieron en la cárcel de Martutene… y a las tres semanas ya estaba fuera. Tres. Semanas. ¿Por qué? Porque Fiscalía no pidió que siguiera en prisión. Porque la víctima no se personó. Porque nadie más actuó como acusación. Resultado: calle. Sin más.
¿Medidas cautelares? Le han quitado el pasaporte y debe firmar semanalmente. Pero sigue en la calle. Se ha mudado de Barcelona a Donosti, quizá por la vergüenza que le da a su familia. Una familia trabajadora que no tiene culpa de lo que hace este salvaje.
Y lo más grotesco: esas tres semanas en prisión las aprovechó para hacer un juicio por otro caso pendiente. ¿Por qué? Porque no es su única agresión. Tiró al suelo a un anciano de 80 para robarle el reloj. Luego robó una bici. Luego empujó a un policía. Todo eso junto le puede costar… ¿qué? ¿Un año y medio? Mientras tanto, sigue libre.
El mensaje es claro para cualquier delincuente que venga de Marruecos: si delinques en España, no pasa nada. Esto es un paraíso. Eres noticia un mes, protagonizas manifestaciones, indignas a medio país… y sales en tres semanas. Aquí no se amputan manos, no hay torturas en prisión. Aquí se premia la reincidencia con libertad condicional.
Y mientras seguimos digiriendo esto, nos encontramos con el siguiente capítulo. 3 de agosto, 3 de la tarde, gasolinera de Nou Barris. Un magrebí entra, compra una botella de agua… y una de lejía. Paga, abre la lejía, y se la lanza directamente a los ojos de la cajera. Luego salta el mostrador, vacía la caja, y huye. Sin piedad. La imagen es brutal. No sabemos si la mujer recuperará la vista. No sabemos qué será de ella. Pero el agresor, que ya está identificado, será detenido. Y una vez detenido, ¿qué? Lo sabemos todos: entrará en prisión, saldrá en semanas. El ciclo se repite.
El poder hace que estas noticias duren lo que le interesa. Y después, el silencio. Mientras tanto, pateras y aviones siguen llegando. Muchos de los que vienen, indultados por el propio Mohamed VI para vaciar sus cárceles saturadas. Marruecos suelta la carga. España la recoge.
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