El rey Felipe y el fiscal general imputado: la sonrisa que indigna

Hoy quiero detenerme en una imagen que, a mi juicio, debería escandalizar a cualquier demócrata: el rey Felipe VI sonriendo mientras recibe la memoria anual de manos del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, imputado y a punto de sentarse en el banquillo.
Lo que vemos en esas fotografías no es normalidad institucional, es complacencia. Y lo digo con toda claridad: no se puede sonreír a un presunto delincuente. El jefe del Estado tiene que dar ejemplo, y esa sonrisa transmite justo lo contrario.
He querido preguntar a Álvaro de Marichalar, que conoce bien las entrañas del poder, y fue tajante:
“El PSOE es una banda criminal, el rey no puede mostrarse condescendiente con ellos. Puede darle la mano, pero no con una sonrisa.”
Luis Losada, desde Distrito TV, matiza:
“El rey tiene una función institucional y poco margen de maniobra. No es él quien delinque, pero la presencia del fiscal general imputado en un acto oficial es todo menos normalidad democrática.”
Es cierto que la Constitución limita al rey, pero también le obliga a “arbitrar y garantizar el buen funcionamiento de las instituciones”. Y hoy las instituciones están secuestradas. Por eso muchos nos preguntamos: ¿de verdad no puede hacer nada más que sonreír y firmar en once minutos la ley de amnistía?
La cuestión no es protocolaria, es de fondo. ¿Puede el rey mirar a otro lado mientras Sánchez y sus aliados destrozan el Estado de derecho? ¿Puede mostrarse afable con quienes atacan la justicia, manipulan las instituciones y buscan perpetuarse en el poder?
Yo lo tengo claro: el jefe del Estado no debe tener miedo a nadie, y menos a quienes utilizan la democracia para destruirla. La lealtad a España se demuestra con gestos. Y una sonrisa, en este caso, es el peor de los gestos.
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