Hemos regalado 15 millones de euros para sanear las aguas de un lago de Guatemala y el barranco del Pollo sigue igual

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Hoy quiero detenerme en una cifra que, por sí sola, retrata mejor que cualquier discurso lo que está ocurriendo en España: 14 millones de euros enviados al saneamiento de un lago en Guatemala. Sí, han leído bien. Catorce millones.
Mientras tanto, el barranco del Pollo, cuya falta de inversión estuvo en el origen de la tragedia que costó vidas en la Dana, sigue exactamente igual. Abandonado. Olvidado. Sin un euro.

El dato lo repasábamos con el policía y exdiputado Pablo Cambronero, un hombre que conoce bien cómo funciona —o cómo no funciona— este país.
Primero fueron 12,6 millones para el lago guatemalteco. Luego 1,4 millones más. Total: esos 14 millones que ni usted ni yo hemos visto jamás, pero que se han ido a un proyecto cuyo impacto real nadie ha explicado. Sí sabemos, en cambio, que en ese lago “algo apesta, y no precisamente el agua”.

Mientras tanto, aquí en España, seguimos sin ejecutar las obras en infraestructuras que habrían evitado parte de la tragedia en la Comunidad Valenciana. Las mismas que hoy seguirían protegiendo a miles de familias. El mismo barranco del Pollo que lleva décadas esperando mejoras que nunca llegan, pese a estar denunciado, señalado y documentado.

La pregunta es muy sencilla y muy incómoda:
¿Por qué el dinero que falta en nuestro país aparece mágicamente cuando se trata de financiar proyectos en el extranjero?
¿Qué intereses hay detrás? ¿Qué acuerdos? ¿Quién gana? ¿Qué se promete y qué se compra con nuestro dinero?

Mientras en España la gente hace malabares para llegar a fin de mes, los autónomos se movilizan porque no pueden más, los precios de los alimentos básicos se disparan y los servicios esenciales se deterioran, el Gobierno ha decidido que el dinero de todos debe ir a un lago a miles de kilómetros, mientras aquí los problemas siguen pudriéndose.

Es indecente. Es inmoral.
Y es una prueba más de un modelo de gobierno que malgasta dentro y fuera, pero nunca donde toca.

Como decía Cambronero, el contraste es grotesco:
millones para un lago extranjero, cero euros para una infraestructura española cuya dejadez contribuyó a una tragedia real.

El barranco del Pollo no necesita discursos.
Necesita inversiones.
Y las necesitaba antes de la Dana, no después.

Pero a este Gobierno le encanta el titular internacional, la foto solidaria, el gesto exótico. Aunque cueste millones. Aunque aquí tiemble la tierra, se inunde todo y nadie asuma responsabilidades.

Un país que abandona a sus propios ciudadanos mientras financia proyectos opacos en el extranjero está fallando en lo esencial.

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