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Operación Dana en Valencia: un crimen de guerra silencioso

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Lo ocurrido en Valencia no fue una catástrofe natural. Fue un ataque. Y no lo digo yo. Lo sostiene una periodista con más de 20 años de experiencia, alguien a quien respeto profundamente, y que ha sido señalada, cancelada, investigada e incluso perseguida por organismos internacionales. Cristina Martín, autora del libro La tiranía de la mentira, lo cuenta con datos, nombres y detalles. Y lo contó, alto y claro, en mi programa.

Valencia vivió una operación encubierta. Una masacre. Un crimen de lesa humanidad. Así lo define Cristina. Y cada palabra que dice está respaldada por dos décadas de investigaciones y documentos. Lo que se presentó como una Dana fue, según afirma, un ensayo militar con armas climáticas. Una ola de 4 metros que arrasó con todo, mientras los ciudadanos estaban en la peluquería, en el gimnasio, paseando por la calle. Por sorpresa. Inermes.

Pero lo más grave vino después. Nadie acudió en su ayuda durante cuatro días. Cuatro. Con bases militares de la OTAN a menos de media hora de distancia. Eso no cuadra. No hay explicación lógica. Salvo que la operación fuera deliberada, programada, y que el no auxilio formara parte del plan. Cristina lo explica en su libro con detalle. Y yo, como periodista, me pregunto por qué ningún medio ha querido investigar esto con seriedad.

Muchos tacharán esto de locura. Ya lo hicieron la última vez que entrevisté a Cristina. Nos dedicaron horas en La Sexta llamándonos conspiranoicos. Pero ¿quiénes eran ellos? ¿Doctores en periodismo? ¿Premios Ondas? ¿Periodistas con trayectoria? No. Eran portavoces del régimen, colocados ahí para anular voces libres. Porque cuando un periodista libre habla, estorba.

Yo he visto lo que pasó en Valencia. He hablado con víctimas. Con personas que, días después, seguían esperando ayuda entre cadáveres. Y cuando uno lee lo que Cristina ha documentado, no puede evitar conectar los puntos. La Dana fue una excusa. Un punto de partida. Porque tras la destrucción viene la reconstrucción. Y aquí, la reconstrucción esconde una agenda: territorios comprados a saldo, centros de datos, ciudades de 15 minutos, vigilancia total.

No soy yo quien lo afirma. Es ella. Pero como periodista, no puedo callarme. Cuando todo cuadra tan bien, y las piezas encajan, uno no puede mirar hacia otro lado.

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