“El juez tampoco entiende que Ábalos siga siendo diputado y aprobando leyes estando imputado”

Hay cosas que ni los propios jueces comprenden.
Hoy, en el programa, hemos escuchado una reflexión que muchos ciudadanos comparten: ¿cómo es posible que José Luis Ábalos, exministro y ahora imputado en el caso Koldo, siga siendo diputado y votando leyes en el Congreso de los Diputados?

La justicia avanza lentamente, pero incluso quienes la imparten reconocen que hay límites al sentido común. El periodista Miguel Ángel Pérez, lo ha dicho con claridad: “El juez tampoco entiende que Ábalos siga siendo diputado y aprobando leyes estando imputado”.

Y tiene razón.
Mientras la justicia investiga si se lucró con contratos públicos durante la pandemia, el exministro mantiene su acta, su sueldo y su poder político. En cualquier democracia madura, el simple hecho de estar imputado en un caso de corrupción bastaría para apartarse temporalmente. Pero en España, la imputación no inhabilita; se normaliza.

En su intervención, Miguel Ángel Pérez, explicó que el proceso judicial contra Ábalos avanza con indicios sólidos de responsabilidad política, aunque aún no haya sentencia firme. Subrayó que, más allá del aspecto penal, lo preocupante es el deterioro institucional:

“Hay un descrédito progresivo de las instituciones cuando un representante público continúa votando leyes mientras está siendo investigado por delitos de corrupción.”

El juez recordó que la inmunidad parlamentaria no debe confundirse con impunidad, y que mantener el cargo mientras se afronta una causa judicial mina la confianza ciudadana en la justicia.

“La política debería tener mecanismos éticos, no solo legales”, sentenció.

Lo más grave no es que Ábalos siga sentado en el Congreso; lo grave es que nadie en su partido ni en el Gobierno lo considere un problema.
Y mientras tanto, el mensaje que recibe el ciudadano es demoledor: si eres político, puedes estar imputado y seguir legislando. Si eres ciudadano, te basta una multa impagada para perder derechos.

Una democracia no se mide solo por sus leyes, sino por la ejemplaridad de quienes las aprueban.