¿Y si el golpe ya ha ocurrido? El silencio del rey y las Fuerzas Armadas

Lo hemos repetido muchas veces: España ya no es lo que era. No porque lo diga yo, sino porque lo vemos cada día. Porque hay pruebas. Porque hay filtraciones. Porque hay grabaciones. Y porque, mientras todo esto ocurre, nadie actúa.
Ni el rey. Ni las Fuerzas Armadas. Nadie.
Y llega un momento en que uno se pregunta: ¿y si el golpe ya ha pasado, pero esta vez desde dentro? ¿Y si el sistema está secuestrado, y las instituciones que debían protegernos miran para otro lado?
Julio Bronchal lo decía claro en el programa: “Estamos ante un grupo criminal y criminoso que se ha enquistado en el poder”. Y cuando los mecanismos de control están en manos de los mismos que deberían ser controlados, ¿a quién recurrimos?
Lo dijo Elena Ramallo, doctora en Derecho: “Las leyes se pensaron para personas con un mínimo de honestidad. Nadie previó que una banda organizada pudiera llegar al poder”. Y aquí estamos. Con una fiscalía inoperante, una prensa amordazada y una Constitución que no previó lo impensable.
Las Fuerzas Armadas, según la Carta Magna, tienen la misión de garantizar la soberanía nacional y el orden constitucional. No de dar golpes, sino de proteger a los ciudadanos. Pero, ¿qué pasa cuando quien vulnera la Constitución es quien la preside?
Lo pregunto sin rodeos: ¿cuál es el papel del rey? ¿Qué hace Felipe VI mientras su país se descompone? ¿Dónde está su juramento a España, a la ley y a la democracia?
Y no lo digo por capricho. Lo digo porque cuando Sánchez decidió no enviar ayuda a las víctimas de la riada en Valencia —por ser una comunidad del PP—, ni siquiera el ejército actuó por su cuenta. Pudiendo salvar vidas, no se movieron. Y eso es grave. Gravísimo.
Sé lo que muchos están pensando. Que si el ejército interviene, es un golpe. Pero, ¿y si no hacerlo es dejar que el golpe prospere? ¿Qué pasa cuando las urnas se alteran, cuando los jueces callan y cuando el fiscal general responde a quien debe ser investigado?
Julio lo dijo con claridad: “No se trata de dar un golpe, sino de abortar uno. Y eso también es lealtad a la nación”. Porque el patriotismo no es tocar el himno ni ondear la bandera en los partidos. Es defender a tu gente. Es proteger el sistema cuando está en peligro.
Estamos viviendo una anomalía democrática. Una colonización institucional. Un poder sin límites que ya no teme a nada ni a nadie.
Y el rey calla.
Y el ejército calla.
Pero nosotros no vamos a callar.
Porque cuando todo lo demás falla, solo queda la palabra. Y la palabra, aquí, sigue viva.
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