La UCO investiga cómo en pandemia el PSOE ganó 10 millones en donaciones
Lo he dicho y lo repito: en lo peor de la pandemia, mientras los españoles estábamos encerrados y con miedo, el PSOE recibía 20.000 euros al día en donaciones. A mí me cuesta hasta escribirlo. En solo tres semanas, 400.000 euros en aportaciones supuestamente voluntarias, y casi un millón en los meses del confinamiento.
Esto no lo digo yo, lo dice La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que investiga la financiación presuntamente ilegal del Partido Socialista. Detrás de todo, aparece un nombre desconocido para la mayoría: Mariano Moreno, exgerente del PSOE, colocado en su puesto por José Luis Ábalos.
Moreno llegó, contrató a Koldo, y juntos empezaron a “multiplicar los panes y los peces”. En pleno desastre económico, el partido ingresó 10 millones de euros más que el año anterior. Coincidencia o milagro financiero: justo esos meses Ábalos, Koldo y Cerdán recibían comisiones de mascarillas, obra pública e hidrocarburos.
La UCO sospecha que parte de esas comisiones nutría las cuentas del partido, y no hablamos de una ni dos, sino de 45 cuentas sin fiscalizar. Todo mientras Ferraz era un trasiego constante de sobres, según testigos y registros.
El resultado: Moreno, el hombre clave de la maquinaria económica socialista, fue premiado con un puesto en una empresa de uranio en Estados Unidos, donde cobra 250.000 euros anuales. Nunca ha visto una central nuclear más que en fotos, pero aquí se paga la fidelidad, no la competencia.
Moreno no solo fue el “gestor milagroso” del PSOE. Fue también el hombre que entregó a Pedro Sánchez el censo completo de militantes en 2016, permitiéndole ganar el control del partido frente a Susana Díaz. Ese favor lo catapultó: primero gerente, luego asesorado y, finalmente, millonario.
Hoy, todo encaja. Las maletas de Delcy Rodríguez que aterrizaron en Barajas, las comisiones, las cuentas sin auditar y los 10 millones extra durante el confinamiento forman parte de la misma historia: la de una organización que ha convertido la política en un negocio.
Y lo más grave: todo lo hemos pagado nosotros.
Las mascarillas, las comisiones, los viajes, las cuentas en Panamá, Guinea o República Dominicana. Todo sale del bolsillo del contribuyente.
Cuando en España un ciudadano honrado pedía ayudas para salvar su negocio, Ferraz engordaba sus arcas. Y aún se atreven a hablar de solidaridad.
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