Ministros haciendo TikTok mientras el país se hunde

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Hay momentos en los que un país se mira al espejo y la imagen que devuelve no es la de una nación seria, sino la de un grupo de adolescentes jugando a ser adultos. Eso es exactamente lo que sentí cuando vimos el vídeo de ministros del Gobierno grabando TikToks en sus despachos oficiales.

No estaban trabajando.
No estaban gestionando nada.
Estaban grabando contenido para redes, con poses ensayadas, bromitas y gestos cómplices frente a una cámara. No era comunicación institucional. Era entretenimiento.

En el programa analizamos el vídeo: aparece Pilar Alegría riéndose mientras cambia de gafas, y Félix Bolaños posando como si estuviera participando en un anuncio. Todo dentro de un despacho que pagamos los ciudadanos, con recursos públicos, tiempo público y sueldos públicos.

Y mientras ellos hacen eso, la realidad es esta:

– Autónomos durmiendo en su coche sin ayudas.
– Familias sin poder pagar el alquiler.
– Un fiscal general imputado entrando a un juzgado como si fuera el dueño del país.

Mientras España atraviesa una crisis institucional, económica y social, nuestros ministros graban TikToks.

No se trata de estar a favor o en contra de una red social. Se trata del mensaje que se transmite: quienes gobiernan no parecen conscientes de la responsabilidad que tienen. Se comportan como influencers, no como gestores públicos.

Durante la emisión del programa, Rancaño dijo una frase que debería quedar tallada en mármol:

“Se están descojonando de los españoles.”

Y eso es exactamente lo que parece.

Porque un ministro no se graba en TikTok en su despacho para “acercarse a la ciudadanía”. Lo hace porque el Gobierno ya no se dedica a gestionar: se dedica a construir imagen.

La política ya no se basa en resolver problemas, sino en ocupar la atención del público. Convertir el poder en espectáculo.

¿Para qué responder sobre la corrupción?
¿Para qué explicar por qué un fiscal general imputado llega escoltado?
¿Para qué justificar el silencio ante Marruecos, ante China, ante Bruselas?

Es más fácil grabar un vídeo divertido.

Un país en el que los ministros se ponen a hacer challenges en redes sociales es un país en el que el poder está desconectado de los ciudadanos. Un país en el que la política se ha convertido en postureo.

Nadie pide solemnidad permanente.
Lo que se pide es respeto.

Respeto por el tiempo que pagan otros.
Respeto por el cargo.
Respeto por el país.

Y quienes deberían ser la imagen de ese respeto están ocupados grabándose mientras fingen no estar grabándose.

Ser influencer es una profesión legítima.
Ser ministro también.

Lo que no es legítimo es confundirlas.

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