Pujol, el Rey Juan Carlos y el cardenal Becciu se reunieron para hablar de su cuenta en Suiza
Lo conté anoche y hoy puedo desarrollarlo con toda claridad. Jordi Pujol, el Rey Juan Carlos y un cardenal del Vaticano —concretamente Giovanni Becciu— mantuvieron una reunión secreta en el puerto de Barcelona. Esa reunión tuvo un motivo muy concreto: la cuenta común que compartían en Suiza.
Durante años he escuchado rumores, testimonios parciales y documentos sueltos. Pero ahora, con Pujol en el banquillo y con 95 años, todo cobra sentido. Y no es una sospecha: es ya una certeza. En esa cuenta, llamada “Soleado”, en el banco Credit Suisse de Ginebra, se llegaron a acumular 15.000 millones de euros pertenecientes a la élite política, económica y eclesiástica española. Fue abierta hace más de dos décadas y utilizada por los grandes “VIP” del país: empresarios, políticos, cardenales… y sí, también el Rey Juan Carlos.
Pujol jugó durante décadas con una amenaza que muchos preferían ignorar: “Si cortáis la rama, cae el árbol entero.” La rama —sus escándalos— estaba unida a un tronco mucho más grueso: la Casa Real. Y esa amenaza funcionó. Retrasó investigaciones, enfrió procesos y alargó hasta el límite un caso que hoy llega a juicio cuando Pujol ya es prácticamente inimputable por edad.
La cuenta Soleado, número 776.929/6, salió a la luz por la trama Gürtel. Allí aparecía también Francisco Correa, junto a otros grandes nombres del país. El gestor de aquella red, el suizo Arturo Fasana, actuaba como testaferro de todos ellos y acabó relatando parte de lo ocurrido años después.
En esa misma cuenta, según publicó El Confidencial, el Rey Juan Carlos habría llegado a ocultar hasta 65 millones de euros, extrayendo supuestamente 100.000 euros al mes en billetes entre 2008 y 2012 para gastos de la familia real.
Por su lado, Jordi Pujol habría ocultado 18 millones de euros mediante un fondo de inversión llamado Selecta, mientras la familia Pujol ya operaba en Suiza desde 1994, justo después de los Juegos Olímpicos.
El cardenal Becciu, por su parte, no solo compartió la cuenta: llegó a invertir 350 millones del Banco Vaticano en un edificio de lujo en Londres, lo perdió todo, fue juzgado y hoy cumple más de cinco años de prisión.
¿Qué se decidió en aquella reunión secreta en el puerto de Barcelona? Todavía no lo sabemos. Pero todo apunta a que allí se pactó el cierre y vaciado de la cuenta, una vez empezaron a filtrarse nombres y documentos. Aquella decisión fue clave para que hoy estemos viendo, por fin, a la familia Pujol ante la justicia.
Y aun así, pase lo que pase, sus hijos y nietos heredarán una fortuna amasada retorciendo dinero público, exigiendo mordidas del 3% —y del 20%— y operando como una camorra catalana con corbata institucional.
Lo cuento porque estuve allí, porque entrevisté a Pujol, porque le vi cómo agarraba mis papeles y tachaba las preguntas que no quería escuchar. Porque sé cómo funcionaban sus presiones y cómo funcionaba el país mientras él tenía poder para cerrar emisoras, conceder licencias o arruinar carreras enteras.
Y porque esta historia —que durante años fue susurro— hoy es por fin un hecho incontestable.
Investigar es recordar lo que muchos quieren olvidar.
Y esta vez, está todo encima de la mesa.
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