La ruina del campo español: agricultores arrinconados por la agenda 2030

He mostrado hoy en mi programa un vídeo que se ha hecho viral: un joven agricultor denuncia que su trabajo ya no es rentable. Su abuelo le dejó las tierras a su padre, y ahora él tendrá que arrancar todo. ¿La razón? Se paga la uva a 30 céntimos la hora, el gasóleo está por las nubes y las inspecciones caen como una persecución contra familias enteras.

Mientras tanto, vemos cómo el hermano de Pedro Sánchez vive en la Moncloa para ahorrarse impuestos, y la Guardia Civil persigue a un abuelo de 80 años por subirse a un tractor en su propia viña. ¿No es grotesco?

La agricultora y exdiputada María Ángeles Rosado lo dijo claro: “Nos están poniendo palos en las ruedas. En el 82 mi abuelo vendía la cebada a 26 pesetas. Hoy yo la vendo a 27, pero pagando el gasoil a un euro”.

El problema no son solo los precios: es una estrategia deliberada. Nos exigen a los agricultores europeos cumplir normas imposibles, mientras permiten importar productos de países como Marruecos, Sudáfrica o Mercosur, donde se usan pesticidas prohibidos en la UE. Competencia desleal que destruye nuestro campo y llena los supermercados de frutas y verduras de peor calidad.

Y por si fuera poco, los olivares se arrancan para colocar placas solares en tierras fértiles. Se retira la capa de suelo que tarda siglos en regenerarse, condenando esos campos para siempre. Eso no es ecologismo, es barbarie contra la soberanía alimentaria.

Julio Bronchal lo resumió con una frase que retumba: “La agenda 2030 nos quiere pobres y dependientes. Y cuando nos hacen dependientes, nos convierten en esclavos”.

Confidenciales, no se dejen engañar: la ruina de la agricultura española no es un accidente, es un plan. Y si no lo frenamos, en unos años dependeremos de terceros países hasta para comer.

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