“El gobierno de España es más peligroso que la mafia italiana”

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Eduardo García Serrano es, para mí, una auditoría del país. Un espejo sin filtros. Cuando hablo con él, siempre sé que no habrá diplomacia, solo verdad cruda. Y lo que dijo en nuestra conversación recentísima es demoledor: España está secuestrada por una tiranía de cuello y guante blanco.

No por una banda de mafiosos.
Sino por algo peor: políticos profesionales de la impunidad.

Eduardo lo describe así: “Esto supera a la camorra napolitana, a la mafia siciliana y a la Ndrangheta calabresa. Aquí la corrupción es tentacular.”

No exagera.

En España, las instituciones no son contrapeso: son propiedad del poder.

  • Control de la justicia
  • Control de la policía y cuerpos de seguridad
  • Control del ejército
  • Control de los medios
  • Control del tribunal de cuentas
  • Control del proceso electoral y del conteo de votos

Cuando todo está controlado, el sistema deja de ser democracia. No hay alternativa, hay alternancia. Cambian las caras, pero el régimen permanece.

Eduardo lo dijo de forma implacable:
“Vivimos en una balsa de aceite. Una tiranía de cuello y guante blanco.”

Y tiene razón. En una dictadura clásica, la oposición se encarcela o se elimina.
En esta, se anestesia. Se reparte paguita, subsidio, cargo, sillón, sinecura. Se compra el silencio.

El objetivo no es gobernar.
El objetivo es perpetuarse.

La prueba fue la tragedia en la que el ejército tuvo prohibido salir a ayudar durante una inundación mortal. Militares, bomberos y policías tuvieron que presentarse sin uniforme para salvar vidas porque el gobierno no autorizó la intervención.

¿El resultado? Muertos.
¿Las consecuencias? Ninguna.

Mientras tanto, la Agencia Tributaria no perdonó ni un euro a los damnificados, que lo habían perdido todo. Ni exención fiscal, ni alivio. Solo exigencia.

La ecuación es simple:
cuanto más pobre es el ciudadano, más dependiente es del poder.

Eduardo lo expresó de manera quirúrgica:

“Se trata de proletarizar a la clase media porque así el pueblo es manejable.”

Es la estrategia clásica del socialismo de manual: destruir la independencia económica para fabricar sumisión política.

Y funciona.

España ha llegado a un punto en el que el poder no necesita convencer, solo saturar. Escándalo tras escándalo. Corrupción tras corrupción. La población se ha vuelto inmune a la indignación.

Y cuando ya no queda capacidad de escándalo, queda la resignación.
Queda el “no se puede hacer nada”.

Le pregunto a Eduardo:

—¿Cómo es posible que un gobierno como este dure tanto?

Su respuesta fue un torpedo a la línea de flotación:

“Porque nadie va a mover un dedo para salvar a España. Ni el rey.”

Silencio.

Me remata:

“Para salvar la nación habría que actuar fuera del sistema. Y nadie lo hará porque nadie quiere perder su sueldo, su carrera y sus ascensos.”

Todo está dicho.

España no vive una crisis política.
Vive una intervención de manual: control institucional, empobrecimiento programado y destrucción de la identidad nacional.

La pregunta ya no es quiénes mandan.
La pregunta es quién se atreve a decirlo.

Eduardo lo dice.
Y yo también.

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