Con dinero público nos llaman nazis

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Lo que han hecho en Televisión Española no tiene nombre. O mejor dicho, sí lo tiene: difamación pagada con tus impuestos.

Esta semana, en el programa “Malas Lenguas”, emitido por RTVE, se atrevieron a caricaturizar a un periodista que hace preguntas incómodas —de esos que ya casi no quedan— como Adolf Hitler, micrófono en mano, con esvástica incluida.

¿El mensaje? Muy claro: los periodistas que no bailan el guion oficial, los que investigan a Ábalos, a Sánchez, a su hermano, a su cuñado, a la mujer del primo del chófer… esos son nazis. Así, sin matices.

El sketch no lo firmó un humorista. Lo firmó el Estado. Porque esa cadena la pagas tú. Porque ese espacio está subvencionado. Porque la producción se hace desde una televisión pública que debería representar a todos, no ser el altavoz ideológico del gobierno de turno.

Y todo para criminalizar a jóvenes como Vito Quiles o a compañeros como Bertrán Ndongo, que hacen preguntas donde otros bajan la cabeza. Que investigan lo que muchos silencian. Que no se esconden.

¿Dónde hemos llegado? ¿A qué nivel de bajeza institucional hay que descender para usar el insulto más grave del siglo XX contra chavales que simplemente ejercen su derecho a preguntar?

Lo que me preocupa no es solo el sketch. Es la estrategia. La intención. La línea marcada: si eres incómodo, te equiparamos al mal absoluto. Y lo hacemos con risas enlatadas. Con tono de humor. Porque así cuela mejor el veneno.

Ya no basta con desprestigiar. Ahora hay que destruir. Y la herramienta es la televisión pública.

Yo pregunto: ¿qué habría pasado si ese sketch hubiera sido al revés? ¿Si se hubiera representado a un periodista afín al gobierno con una hoz y un martillo? ¿Con la cara de Stalin o de Pol Pot? ¿Habría habido dimisiones? ¿Editoriales? ¿Rupturas de nervios en la SER?

Pero si el objetivo es un periodista libre, entonces todo vale. Hasta comparar con Hitler.

No se dan cuenta de que con cada sketch como ese confirman que el régimen no es democrático, sino caricaturesco. Que lo que hacen no es gobernar, sino gobernar el relato.

Y aquí estamos nosotros, en Castillón Confidencial, aguantando el chaparrón, sabiendo que si no lo contamos nosotros, nadie lo hará. Conscientes de que el precio de la verdad sube cada día.

Pero sin miedo.

Porque cuando a un periodista le llaman nazi por hacer preguntas, es que ha tocado la tecla exacta.

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