Cuando la corrupción se sienta en la oficina de “conflictos de intereses”

En las Cortes de Aragón, se rindió homenaje a Javier Lambán con el premio Gabriel Cisneros por los valores constitucionales. Un reconocimiento merecido. Pero lo que más me estremeció fue ver cómo sus propios compañeros del PSOE no se atrevieron a aplaudir. Por miedo a que Sánchez los señalara. Esto no es política: es sectarismo puro.
La escena me recordó a esos congresos de la Unión Soviética donde nadie se atrevía a dejar de aplaudir a Stalin. Solo que aquí es al revés: si aplaudes, caes en desgracia. El socialismo del siglo XXI en España funciona como una secta donde todos reman atados al mismo remo, aunque el barco se hunda.
Pero hay más. Hemos investigado la Oficina de Conflictos de Intereses, creada en tiempos de Zapatero. Llevamos semanas esperando que se pronuncie sobre el escándalo de Sánchez firmando un rescate de 500 millones a una empresa que patrocinaba a su mujer. Y no dicen nada.
¿La explicación? Muy simple: la directora de esa oficina, Flor María López Laguna, es amiga personal de Zapatero y lleva 18 años colocada en el cargo. ¿Cómo va a morder la mano que la puso ahí?
Esa oficina que debería vigilar la corrupción es hoy el mejor ejemplo de corrupción institucionalizada. Y lo más grave es que todo ocurre con apariencia de legalidad. Platón ya lo advirtió: no hay peor injusticia que la justicia simulada.
Queridos confidenciales, España se desliza por un tobogán institucional que nos lleva al abismo. Pero la historia enseña que cuando todo salta por los aires, surge un orden nuevo. Y estoy convencido de que llegará el día en que la sociedad española, especialmente los jóvenes, digan basta.
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