EDITORIAL «Maduro llama a Zapatero a modo de amenaza, para recordarle para quién trabaja»
Hoy en el programa hemos escuchado una frase inquietante. Una frase cargada de veneno, aunque dicha con una sonrisa. Nicolás Maduro, el dictador venezolano, al referirse a las elecciones del próximo 28 de julio, ha dicho lo siguiente:
“Estoy seguro de que vamos a ganar, y si no, que venga Zapatero a calmarme”.
¿A calmarme? ¿A calmarme de qué, Maduro? ¿Qué significa eso exactamente? ¿Qué vas a hacer si pierdes? ¿Qué tienes preparado si los venezolanos, por una vez, votan en libertad? Porque todos sabemos lo que ocurre cuando los tiranos se ven acorralados: hacen saltar todo por los aires. Y tú, Maduro, lo has hecho antes.
Pero lo más grave no es la amenaza velada. Lo más grave es la alusión directa a José Luis Rodríguez Zapatero. Lo coloca como su interlocutor preferente. Como su confidente. Como el europeo que ha de ir a tranquilizarlo si pierde. Y eso, dicho por un dictador, no es un halago. Es una advertencia.
Zapatero lleva años actuando como una especie de embajador oficioso del chavismo en Europa. Blanqueándolo. Dándole oxígeno. Ignorando a la oposición democrática. Despreciando a los exiliados. Y ahora, Maduro lo pone en el centro de su juego sucio.
¿Y qué hace Zapatero? ¿Desmiente? ¿Se desmarca? ¿Condena el comentario? Nada. Silencio absoluto.
La escena da vergüenza ajena. Mientras miles de venezolanos siguen viviendo en la miseria, mientras sus líderes democráticos son perseguidos y encarcelados, el dictador se permite bromear sobre lo que hará si pierde. Y pone a un expresidente español como su escudo. Como su tranquilizante.
España no puede seguir tolerando esta complicidad. Un expresidente no puede ser el bufón de un tirano. Zapatero debe elegir de qué lado está. Y si no lo hace, debería perder cualquier credibilidad como interlocutor internacional.
Porque ya no se trata solo de Venezuela. Se trata de la dignidad de nuestro país.
