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Grabaciones, mordidas y traición entre ladrones: así funcionaba la banda del Peugeot

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Lo dijimos hace meses: Koldo grabó a todo el mundo. Y cuando la Guardia Civil llamó a su puerta, los discos duros ya estaban sobre la mesa. Sabía lo que venía. Y sabía que no iba a comerse solo el marrón.

Entre ladrones no hay lealtades. Hay tensión, desconfianza y mucha pasta. Y en esta banda —la del Peugeot, como se la conoce ya en toda España— la traición ha sido la que ha destapado todo.

¿Quién grababa? Koldo.
¿A quién? A Ábalos, a Santos Cerdán, a cualquiera que le debía dinero o le recortaba su parte del botín.

Y lo hacía con precisión. Les tiraba de la lengua. Les preguntaba por obras públicas, contratas, mordidas, pagos. Y grababa todo. Absolutamente todo.

¿Y por qué? Porque Koldo no se fiaba. Porque no le daban su parte. Porque, como dijo él mismo, “Santos Cerdán no me paga”. Porque, según él, la hija de Cerdán se quedaba con el dinero. Porque decía estar “hasta los cojones” de Bono y de José Blanco, que no paraban de pedirle cosas.

¿Saben cuál era el epicentro de los pagos? Un bar.
El bar Franky, en Pamplona.
Allí se reunían y Acciona les soltaba sobres con 80.000, 200.000, hasta 300.000 euros en billetes. En mano. Así se cerraban los negocios antes incluso de llegar a Moncloa. Lo cuenta el informe de la UCO. No lo digo yo.

Y ahí empieza lo gordo. Porque ya en 2017, cuando todavía no estaban en el Gobierno, una empresa asturiana ya pagaba el piso de Santos Cerdán. Ya le tenían pagado el alojamiento. Ya estaba todo montado. Ya era un negocio.

¿Y cuánto dinero se movía?
– Solo dos obras suponían medio millón de euros en comisiones.
Un millón total en mordidas seguras entre Koldo, Ábalos y Cerdán.
Obras públicas por valor de 535 millones.
¿Se imaginan lo que eso supone en sobres?
Hagan las cuentas. ¿Qué porcentaje se quedaban? ¿Qué porcentaje iba al partido?

Y no solo había dinero. También favores. También colocaciones.
Santos Cerdán intermedió para colocar a una prostituta rumana amiga del entorno de Ábalos. Según el informe, él mismo decía que la pobre estaba en paro y quería ir a vivir a Valencia. Casualidad: donde estaba Ábalos.

Y si se preguntan cómo se arreglaba todo, aquí va la frase literal que aparece en la documentación:

“Esto se arregla con una factura de consultoría de 400.000 y ya está.”

¿Dónde estaban el Tribunal de Cuentas, la Intervención General del Estado, los mecanismos de control?

Pues estaban colocados. Todos.
Colocados por el partido.
Ahí tienen a Enriqueta Chicano, exsenadora, colocada al frente del Tribunal de Cuentas. Una de las suyas. Otra pieza del engranaje.

Y aún hay más. Porque solo se ha analizado el 20% de los dispositivos incautados. Repito: el veinte por ciento. El resto sigue en manos de la UCO, que sigue desencriptando información y tirando del hilo.

Esto no es un caso.
Es una estructura criminal organizada con acceso a las instituciones públicas.
Una red. Una maquinaria de saqueo montada desde antes de llegar al poder.
Una banda. Con nombre, apellidos y dinero. Mucho dinero.

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