La entrevista a Susana Pastor y el caso Ábalos
Hoy he querido dar voz a una mujer valiente: Susana Pastor, expresidenta de la Asociación de Mujeres y Hombres Trabajadores Sexuales. Ella celebró la entrada en prisión de José Luis Ábalos, no por odio, sino porque llevaba años viendo cómo el sistema ignoraba lo que este hombre hacía en la sombra.
Su testimonio es estremecedor. Conoció a Ábalos en 2021, cuando él entró en su negocio —un salón de masajes con final— de madrugada. No sabía quién era. Él recibió el servicio, se quedó sin dinero, y al reclamarle el pago respondió con la famosa frase de los prepotentes: “¿Usted sabe quién soy yo?”. Ella contestó como se debe contestar a cualquiera que intenta imponerse con un cargo: “Aquí aunque sea el rey de España, si no paga, no vale.”
Diez minutos después, la policía local apareció en el local. Y ahí empezó su pesadilla. Según Susana, Ábalos le hizo la vida imposible hasta obligarla a cerrar. Y no solo eso. Relata que el exministro abusaba de mujeres en situación irregular, que se aprovechaba de ellas prometiéndoles papeles, trabajo o un futuro mejor. Algunas promesas las cumplía; otras no. Y muchas mujeres —por miedo a ser deportadas— callaban.
Susana habla incluso de agresiones, de mujeres que no se atrevieron a denunciar. Y no lo hace desde el resentimiento, sino desde la convicción de que estas mujeres necesitan protección real, no discursos feministas vacíos pronunciados por los mismos que, luego, en la intimidad, se comportan como lo contrario de lo que predican.
La doble moral es insultante:
Un ministro que proclamaba ser “feminista” porque era socialista, acudía a prostíbulos, trataba con mujeres sin papeles, abusaba de su vulnerabilidad y, según el relato, utilizaba su poder para intimidar.
Ábalos niega todo. Pero Susana insiste: “Con cinco minutos me sobró para ver que era un fantasma que se aprovechaba de su cargo.”
Habla también del miedo de otras mujeres, de cómo los partidos conocían estas prácticas y miraban hacia otro lado, siempre dispuestos a proteger al compañero caído antes que a las víctimas reales.
Esto no va de moralidad. Va de justicia.
Va de que no se ha condenado a Ábalos por el abuso a mujeres vulnerables, sino por el uso indebido del dinero público. Y que todavía queda una parte de esta historia que España no ha querido mirar de frente.
Queda mucho por contar. Y Susana, que “vale más por lo que calla que por lo que cuenta”, lo sabe.

