Marruecos provoca… y España calla

Llevamos años viendo cómo Marruecos lanza globos sonda. Bulos. Provocaciones. Maniobras para medir la reacción de España. Y siempre, siempre, nos pillan en chanclas.

Lo último: la prensa marroquí difundió la falsa noticia de que sus fuerzas habían izado la bandera en dos islotes españoles frente a la costa de Alhucemas. Afortunadamente, era mentira. Lo sabemos gracias al general Rafael Dávila, fuente fiable, con imágenes tomadas el 2 de agosto.

Los islotes siguen bajo vigilancia española. Alambrados, pintados con la bandera nacional, y sin presencia marroquí. Nunca hubo banderas de tela por el viento, pero sí edificios pintados y vigilancia activa desde el islote del Peñón. Sin embargo, lo importante no es desmentir… sino preguntarse por qué Marruecos lanza estos bulos.

Es muy sencillo: quieren tantear. Probar. Presionar. Ceuta y Melilla siguen en su punto de mira. Como ya hizo Hassan II con Aznar, piden, tantean y amenazan. Ahora, con jóvenes cruzando a nado y rumores de marchas pacíficas.

Y mientras tanto, España calla. No pide explicaciones. No actúa. No reacciona. ¿Qué mensaje estamos enviando?

Según Taleb Alisalem, periodista saharaui, el objetivo real no es solo Ceuta o Melilla, sino el monte Tropic, una reserva estratégica submarina. Marruecos ya ofrece a Israel, Emiratos y EE. UU. acceso al control del espacio marítimo saharaui. Para lograrlo, necesita que España le ceda el espacio aéreo.

¿Cómo lo consigue? Amenazando con invasiones, lanzando bulos y forzando a España a negociar. Es una estrategia coordinada.

Lo más grave no es que Marruecos mienta. Lo preocupante es que España no haga nada. Ni llama al embajador, ni responde con firmeza, ni mueve ficha diplomática.

Estamos alimentando el siguiente paso. Y no será un islote. Será Ceuta, Melilla o los recursos del subsuelo saharaui.

En este tablero, Marruecos juega al ajedrez. España ni se presenta. Y eso, tarde o temprano, lo pagaremos caro.