EDITORIAL: «Sánchez hace lo que no hizo Franco, prohibir la navegación frente a él»

En pleno mes de agosto, mientras España arde con más de 400.000 hectáreas calcinadas, Pedro Sánchez disfruta de sus vacaciones en La Mareta, Lanzarote. No en un lugar privado, sino en un palacio que fue un regalo a España y que debería estar abierto al turismo, no reservado para las vacaciones de un presidente.

Allí, rodeado de familiares, invitados y todo tipo de lujos costeados con nuestros impuestos, ha tomado una decisión sin precedentes: prohibir la navegación frente a su residencia hasta el 31 de agosto de 2025.

Ni siquiera Franco, con su yate Azor y su poder absoluto, llegó a tanto. Franco navegaba, pescaba, invitaba y, aunque la censura tapó accidentes graves ocurridos en el mar, nunca delimitó el espacio marítimo para uso personal.

Sánchez sí. Sánchez, que se siente cada vez más débil —en lo político, en lo personal, incluso en lo físico, según rumores persistentes— ha optado por blindarse frente a la ciudadanía. Ni sombrillas en la playa, ni avionetas críticas, ni barcos que puedan sacar fotos de la Mareta. La consigna es clara: silenciar y ocultar.

¿Hasta dónde llegará esta deriva? ¿Lo próximo será que un guardaespaldas pruebe su comida por miedo al envenenamiento? ¿O un Guantánamo en territorio español para quienes no nos callamos? Cada año la dictadura es más evidente, más grotesca, más desesperada.

El contraste con lo que ocurre en Venezuela no es casual. Allí, el narcoestado ha perseguido a opositores como Trump persigue a Maduro, y según diversas informaciones, Sánchez podría haber recibido financiación a través de Rodríguez Zapatero con dinero procedente de ese régimen.

Quizá este sea su último verano en Lanzarote. Pero su legado queda claro: de todo menos de demócrata.