Solo un 35% de nuestros políticos han trabajado en la empresa privada
La clase política española vive instalada en una burbuja. Lo digo con claridad: solo un 35% de nuestros políticos han trabajado alguna vez en la empresa privada, y eso explica buena parte del desastre institucional que sufrimos. La política se ha convertido en una profesión endogámica, un ecosistema cerrado en el que muchos —demasiados— jamás han tenido un jefe, levantado un negocio, firmado un despido o pagado un impuesto.
En España, la mayoría de nuestros representantes viven siempre del dinero público. Y ahí está el problema. Mientras en países como Suecia o Suiza la política es un servicio temporal y vocacional, aquí se ha convertido en una carrera de fondo, blindada por privilegios, dietas y subvenciones que les caen del cielo. 53 millones de euros al año reciben los partidos únicamente por existir. Entre el 80 y el 90% de sus ingresos son dinero público. Y usted no lo sabía.
Es el mismo patrón: años y décadas sin salir del escaño, pasando de un cargo a otro como quien cambia de sillón en un despacho. Ahí están figuras que encadenan 20, 30 o hasta 40 años viviendo del cargo, independientemente del partido al que representen. No es un fenómeno exclusivo de uno u otro color. Es estructural.
Mientras tanto, la mayor parte de esta clase política no sabe lo que significa vivir sin chófer, sin dietas, sin taxis pagados, sin vuelos a cargo del contribuyente. No saben lo que es apretar los dientes para pagar una nómina o mantener un negocio a flote. Ese desconocimiento de la vida real es la raíz de parte del problema nacional que sufrimos: deciden sobre lo que no conocen.
No es una opinión: es una evidencia. Una sociedad dirigida por profesionales de la política acaba sometida a las reglas de una élite que no vive como el resto. Y si aspiramos a regeneración, esta realidad debe ponerse sobre la mesa.
Porque, al final, la pregunta es inevitable: ¿cómo va a entender España quien nunca ha vivido en España?
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